25 aniversario de Vía Crucis

Se cumplen veinticinco años de “Vía Crucis", una de las obras póstumas del fundador del Opus Dei. Su sucesor, Mons. Álvaro del Portillo, escribió el prólogo a la primera edición que ahora reproducimos.

Métete en las llagas de Cristo Crucificado. Cuando proponía este camino, a quienes le pedían consejo para ahondar en la vida interior, Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer no hacía más que comunicar su propia experiencia, mostrar el atajo que iba recorriendo a lo largo de todo su caminar terreno, y que le condujo a las más altas cimas de la espiritualidad. Su amor hacia Jesús fue siempre una realidad tangible, recia, tierna, filial, conmovedora.

El Fundador del Opus Dei solía afirmar, con sugestiva persuasión, que la vida cristiana se reduce a seguir a Cristo: éste es el secreto. Y añadía: acompañarle tan de cerca, que vivamos con El, como aquellos primeros doce; tan de cerca, que con El nos identifiquemos. Por eso aconsejaba la constante meditación de las páginas del Evangelio, y quienes han tenido la suerte de escucharle comentar algunas de las escenas de la vida de Cristo, las han sentido vivas, actuales, aprendiendo a meterse en aquellos pasajes como un personaje más.

Entre todos los relatos evangélicos, Mons. Escrivá de Balaguer se detenía con especial detalle y amor en los de la Muerte y Resurrección de Jesús. Allí, entre otras muchas consideraciones, contemplaba la Humanidad Santísima de Cristo, que —en su afán de acercarse a cada uno— se nos revela con toda la flaqueza humana y con toda la esplendidez divina. Por eso, decía, aconsejo siempre la lectura de libros que narran la Pasión del Señor. Esos escritos, llenos de sincera piedad, nos traen a la mente al Hijo de Dios, Hombre como nosotros y Dios verdadero, que ama y que sufre en su carne por la Redención del mundo. Verdaderamente, un cristiano madura y se hace fuerte junto a la Cruz, donde también encuentra a María, su Madre.

Como fruto de su contemplación de las escenas del Calvario, el Fundador del Opus Dei preparó este Vía Crucis. Era su deseo que sirviese de ayuda para meditar la Pasión de Jesús, pero jamás quiso imponerlo a nadie como texto para el ejercicio de esta devoción tan cristiana. Y esto, por su gran amor a la libertad de las conciencias y por el profundo respeto que sentía ante la vida interior de cada alma, de manera que ni siquiera a sus hijos les forzó nunca a adoptar caminos determinados de piedad, exceptuados, naturalmente, los que forman parte esencial de la espiritualidad que Dios ha querido para el Opus Dei.

Este nueva obra póstuma de Mons. Escrivá de Balaguer, como las anteriores, fue preparada para ayudar a hacer oración y, con la gracia de de Dios, para crecer en espíritu de compunción —dolor de amor— y de agradecimiento al Señor, que nos ha rescatado con el precio de su Sangre. Con esa misma finalidad, se han incorporado, como puntos de meditación, palabras de Mons. Escrivá de Balaguer, recogidas de sus predicaciones, de su conversación, de aquel afán suyo por hablar sólo de Dios y nada más que de Dios.

El Vía Crucis no es un ejercicio triste. Muchas veces enseñó Mons. Escrivá de Balaguer que la alegría cristiana tiene sus raíces en forma de cruz. Si la Pasión de Cristo es camino de dolor, también es la ruta de la esperanza y de la victoria segura. Como explicaba en una de sus homilías: piensa que Dios te quiere contento y que, si tú pones de tu parte lo que puedes, serás feliz, muy feliz, felicísimo, aunque en ningún momento te falte la Cruz. Pero esa Cruz ya no es un patíbulo, sino el trono desde el que reina Cristo. Y a su lado, su Madre, Madre nuestra también. La Virgen santa te alcanzará la fortaleza que necesitas para marchar con decisión tras los pasos de su Hijo.

ALVARO DEL PORTILLO

Roma, 14 de septiembre de 1980;

fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz