Acercar a Dios desde una UVI móvil

Manolo pertenece al Cuerpo de Bomberos de Zaragoza. Atiende emergencias en medio de la calle a pacientes que necesitan atención urgente.

Manolo, en una situación de emergencia.

“Dios os llama a servirle en y desde las tareas civiles, materiales, seculares de la vida humana: en un laboratorio, en el quirófano de un hospital, en el cuartel, en la cátedra universitaria, en la fábrica, en el taller, en el campo, en el hogar de familia y en todo el inmenso panorama del trabajo, Dios nos espera cada día. Sabedlo bien: hay un algo santo, divino, escondido en las situaciones más comunes, que toca a cada uno de vosotros descubrir”. Estas palabras de San Josemaría resumen la espiritualidad del Opus Dei.

Es lo que Manolo, a diario, pretende vivir. Es una persona del Opus Dei que trata de encontrar a Dios en su trabajo: la atención de una UVI Móvil. No es un trabajo sencillo. Requiere enfrentarse a situaciones complicadas en las que hay que actuar con rapidez y eficacia. Y por si fuera poco, el terreno que se pisa es muy resbaladizo: a medio camino entre el dolor y la tragedia.

“Habitualmente –dice- el paciente se encuentra en una fase psicológica compleja: indefenso y desvalido (lejos del ambiente familiar y de sus amigos), y, quizá, con la conciencia de la posibilidad cercana de la pérdida de su propia vida. Todo ello suele conllevar momentos de mucha tensión”.

En esos momentos de incertidumbre es importante controlar las emociones y ofrecer al paciente cercanía y tranquilidad. “A veces basta tomarle de la mano para aportar un grado importante de serenidad”.

“En esta lucha por la vida del paciente, además de mitigar el sufrimiento y de atender los aspectos médicos, procuro ir un poco más allá. Aprovechando el poco tiempo disponible (el tiempo máximo empleado es de una hora), trato de que la asistencia a la persona sea completa, incluida su dimensión espiritual”.

Ayudar en momentos complicados

Manolo (agachado, 1º dcha) con sus compañeros de trabajo.

“La enfermedad súbita o el accidente provoca una convulsión en el mundo íntimo de quien la padece. El enfermo experimenta la propia limitación y su fragilidad, y se plantea casi inevitablemente una serie de cuestiones (sobre el sentido del dolor, la vida, la muerte, etc.) a las que busca una solución. Con mucha frecuencia se desahogan con nosotros”.

“Así, se hace relativamente fácil iniciar con ellos, siempre con delicadeza y respeto, una relación más profunda: conocer si es creyente o no, ayudarle a sobrenaturalizar el sufrimiento, y en algunos casos a prepararlo para bien morir o a que reciba la unción de los enfermos”.

“No faltan ocasiones en que nos encontramos en situaciones extremas. Por ello, uno de mis caballos de batalla es conseguir la Unción de Enfermos para los pacientes. En el caso de aquellos que llevamos a los servicios de urgencias de un hospital, me es relativamente fácil contactar con un amigo mío, sacerdote del Opus Dei”.

Experiencias a pie de ambulancia

“Dentro de la ciudad, voy aprendiendo en qué sector puedo encontrar a un sacerdote. En una ocasión, nos dirigíamos a atender un accidente de tráfico en el centro de la ciudad y mientras tanto iba encomendando el servicio. En el camino me fijé en un señor vestido de negro, sin alzacuello, que iba paseando. Al llegar al lugar del siniestro encontramos a un joven moribundo. Intuitivamente, mandé llamar al paseante para preguntarle si era sacerdote, y resultó ser un sacerdote italiano, que atendió espiritualmente al joven”.

“En otra ocasión, nos llamaron con urgencia para atender a una persona enferma en su domicilio. Cuando llegamos, el paciente nos relató que era medico y tenía un problema cardiaco. La solución a este problema era urgente y con ciertas dificultades ya que había que ponerle una medicación que hace que el corazón se pare durante unos segundos y cuando arranca de nuevo lo hace a un ritmo normal. Le cogí de la mano mientras esperábamos que hiciera efecto la medicación, afortunadamente con el resultado previsto: paró y arrancó el corazón con buen ritmo”.

“Pero aquí no acaba la historia, cuando nos congratulábamos de que todo había ido bien, él hizo un comentario de agradecimiento a Dios por lo que sin más le dije que yo era católico practicante, él me comentó que ya se había dado cuenta y nos introdujimos en una conversación del significado y valor del dolor bien llevado por amor a Dios, quedamos al final que ofrecería sus dolores por el Papa y por una intención mía”.

“Estas son sólo unas pocas anécdotas ya que, como he dicho anteriormente, en mi labor profesional de atender a los accidentados en situaciones de emergencia encuentro muchas ocasiones de ayudar a las personas a saber sobrenaturalizar el sufrimiento”.