Un viernes atípico (para adolescentes)

​Todavía no logro acostumbrarme a que un grupo de muchachos de la Asociación Cultural y Deportiva Alayos, de Granada, acudan cada semana a una residencia de ancianos vecina para dedicar un tiempo a acompañar a las personas mayores que se alojan allí. La actividad en sí no tiene nada de particular; pero sí lo tiene el momento en que se desarrolla: los viernes a las 7 de la tarde.

Chicos de Alayos en la puerta de la residencia de ancianos, a los que visitan los viernes por la tarde.

Hay otros muchos planes divertidos que suelen atraer a la gente joven a esas horas. Y no sabría explicar por qué son casi una docena de jóvenes de entre 14 y 15 años los que habitualmente participan en estas visitas.

A las personas que atienden la portería de la residencia ya ha dejado de extrañarles que los viernes a esa hora entren en tropel una cuadrilla de adolescentes

Pero, todo hay que decirlo: empezamos el plan con una merienda a las 5 de la tarde en Alayos. Esos minutos de descanso también dan un margen de tiempo para que lleguen todos los estudiantes después de las clases en sus colegios, que, por cierto, son de lo más diversos, públicos y privados. Luego hacemos juntos un rato de oración personal en el Oratorio y después salimos hacia la residencia de ancianos, que está a 15 minutos andando. A las personas que atienden la portería de la residencia ya ha dejado de extrañarles que los viernes a esa hora entren en tropel una cuadrilla de adolescentes que lo primero que hacen es pasar a la capilla para saludar unos segundos al Señor en el sagrario.

Enseguida enfilamos una larga galería muy luminosa que tiene unos bancos donde suelen estar sentadas algunos de los residentes. "Ya están aquí los niños" ―exclaman. Y, como ya nos conocen, a medida que avanzamos es normal que los chavales se queden enganchados un rato conversando con alguno. Salva, que es un muchacho de la Zubia, aprovecha su mucho desparpajo para hacer reír a las señoras con sus ocurrencias y sus modos de decir. Emilio y Agustín son dos hermanos que no fallan nunca a este plan. Incluso siendo de carácter más bien tímido, tienen a las señoras encantadas con su sonrisa, y con la amabilidad con que se ofrecen a ayudarles a dar un paseo por la zona ajardinada. Además de los jóvenes que son fijos en el programa, a lo largo del año hemos tenido varias incorporaciones. Buena parte de ellas han sido gracias a algunos que, como Álvaro, lo pasaban tan bien que comenzaron a traer a sus amigos y compañeros de clase.

Es una alegría comprobar que, con estos planes, vamos aprendiendo a estar más atentos y centrados en las personas necesitadas

Es una alegría comprobar que, con estos planes, vamos aprendiendo a estar más atentos y centrados en las personas necesitadas. En los más jóvenes se nota cómo va mejorando esa disposición cuando hacen esfuerzo por llevar preparadas anécdotas divertidas para entretener a las personas de la residencia o simplemente cuando están atentos para escuchar sus historias... o sus canciones. Lo digo porque, hace poco, Iván logró arrancar una chirigota gaditana a una dulce una señora que viene de Cádiz que aplaudimos con ganas.

La tarde discurre así en amables corrillos y los minutos parece que vuelan, sobre todo para las ancianas, a las que siempre se les hace corto el tiempo que pasamos charlando. Un poco antes de las 8 de la tarde, nos despedimos hasta la semana siguiente. Desde allí vamos directamente a un pabellón cercano donde finalizamos la tarde con un partido de fútbol sala. Algunas veces Pedro comenta divertido que una tarde difícilmente puede ser mejor aprovechada: merienda, formarse en la doctrina y vida cristiana, dedicar tiempo a los demás y, encima, un buen rato de deporte.