Altair, golpe al pulmón obrero de Sevilla

Anthony, un jardinero nigeriano; Juan Manuel, desempleado desde hace año y medio; Mónica, ecuatoriana que regenta un pequeño quiosco, y otros padres de alumnos de Altair reclaman la libertad para elegir el colegio para sus hijos.

Antiguos alumnos de distintas generaciones del Altair coinciden en la pluralidad de la que hace gala este centro sevillano. Foto: Kako Rangel (ABC)

Entre Palmete, Su Eminencia, Amate y El Cerro. En pleno pulmón obrero de Sevilla. Un distrito desarrollado en los 80 con trabajadores de Astilleros, de la antigua Hytasa, de Renault... Un distrito con un 45% de voto socialista y un 10% comunista. Un distrito donde el paro se ceba. Allí se erige desde hace 45 años el Colegio Altair . De inspiración cristiana y justo en el epicentro del sufragio más laico para convertirse en tabla de salvación de muchas generaciones de chavales que encontraron en sus aulas la mejor formación orientada al empleo.

Altair es uno de los centros de educación diferenciada a los que la Junta de Andalucía ha anunciado que va a retirar el concierto a partir del próximo curso apoyándose en sentencias del Tribunal Supremo que amparan el «vacío» a centros donde se segregue por sexo -aunque el director del colegio ha enviado un mensaje de tranquilidad a los padres (Nota del Editor).

Esta misma semana ha sido subrayada esa postura por la consejera del ramo, Mar Moreno. La pérdida del concierto supondría casi el cierre de un motor de formación como Altair, que ha emprendido una batalla por la libertad de poder elegir colegio y para recalcar que la medida afectaría a muchas familias de capas desfavorecidas, las del entorno, para las que sería imposible que sus hijos accediesen a un colegio del prestigio de éste. Según se apunta desde el centro escolar, casi un 90% del alumnado actual no podría recibir allí clases sin el concierto.

Anthony, jardinero nigeriano: si yo me quito cada día un poco de comida para poder darle a mi hijo la educación por la que siempre he luchado, ¿por qué los políticos no pueden hacer ese pequeño esfuerzo por mantener un sitio como éste, donde muchísimas familias han encontrado una salida?

Los ejemplos son múltiples. Como el de Anthony, jardinero nigeriano afincado en Su Eminencia que lleva desde 2009 en el paro, como su esposa. Tiene en Altair a un niño de siete años, Cristian, «que tiene su vida hecha en este centro, sus amigos... su mundo». «No tengo medio alguno para pagar un colegio de este tipo. No tengo nada ahora, pero me gustaría que mi hijo pudiera seguir estudiando en su colegio porque a mí me enseñaron que la educación es fundamental y sacarlo de aquí ahora sería un problemón. No se puede jugar con la educación de nuestros hijos, es nuestro futuro. Y si yo me quito cada día un poco de comida para poder darle a mi hijo la educación por la que siempre he luchado, ¿por qué los políticos no pueden hacer ese pequeño esfuerzo por mantener un sitio como éste, donde muchísimas familias han encontrado una salida?».

«Igualdad es poder elegir»

Juanma: 'Aquí es todo gente trabajadora, no hay ningún rico'

Juan Manuel lleva año y medio desempleado. Vecino de Palmete, tiene dos hijos en Altair, uno en Primaria, Brandon, y otro en Infantil, Jordan. En su casa entran los 500 euros del trabajo de su mujer más los 400 de su ayuda. Si hubiera que pagar como colegio privado, sus vástagos tendrían que dejar el centro. «¿Igualdad? —se pregunta—.Igualdad es que cualquiera pueda elegir el colegio que quiera para sus hijos. Creo que la gente se deja mucho llevar por todo eso de la iglesia y demás, pero luego no es tanto como cuentan. Aquí es todo gente trabajadora, no hay ningún rico. Cualquiera que visite el barrio y el propio colegio lo ve. El problema es que los que quieren cerrarlo no lo conocen, se quedan sólo con que es un centro del Opus Dei y se acabó. Y se van a cargar a muchas familias obreras, a mucha gente humilde». Juan Manuel recuerda que «los padres no buscan este colegio por ser o no religioso sino porque es muy bueno. De su Formación Profesional salen los chavales con opciones de encontrar trabajo y eso es lo que cuenta».

Mónica: ¿por qué tengo que renunciar a que se eduque en esos valores en los que se han venido educando hasta ahora?

Mónica, ecuatoriana que regenta un pequeño quiosco a sólo unos metros de la cancela del colegio, buscó piso en el barrio «precisamente porque quería que mis hijos estudiasen aquí, me habían dado muy buenas referencias y lo hice todo para ello». Madre de tres hijos, tiene aún en el centro a Jason, en segundo de Bachillerato, y a Francis, en sexto de Primaria. «Aunque pueda parecer anticuado, mi familia cree en los valores y en Dios. Y yo deseaba que mis hijos pudieran educarse de esa manera, aprendiendo no sólo matemáticas sino otros valores que a nosotros nos aporta la religión». Para Mónica, «ahora sería muy traumático dejar un colegio al que los chicos están muy vinculados. Pueden ir a un público, pero, ¿por qué tengo que renunciar a que se eduque en esos valores en los que se han venido educando hasta ahora?».

Del Cerro del Águila, Francisco se lamenta de una situación «en la que la Junta habla de igualdad cuando precisamente esto que hace es lo contrario. No permiten que mis hijos se igualen con los que sí pueden costearse un colegio privado e igualdad es poder elegir con libertad, como hacen los ricos». Padre de dos mellizos de 16 años de cuarto de ESO, Germán y Francisco, este vigilante en un pabellón polideportivo se ve obligado a que el curso próximo sus hijos tengan que irse del centro «donde llevan toda la vida», pues el «corte» afectará a primero de Bachillerato, curso al que van a llegar sus dos «alumnos». «Yo gano mil euros al mes. Y cuando nos pagan, porque últimamente ni eso. ¿Cómo podría seguir pagando una educación así el año que viene?».

Eduardo Barba / ABC Sevilla