Desde Almaty, capital de Kazajstán

Entrevistamos a D. Carlos Lahoz, sacerdote de la Prelatura del Opus Dei que desempeña su ministerio pastoral en Almaty (Kazajstán) desde 1997

Traje típico de Kazajstan

¿Cuál es la situación actual de la Iglesia católica en Kazajstán?

Existe una archidiócesis, dos diócesis y una administración apostólica, regidas por dos Arzobispos, un Obispo y un Administrador apostólico. Trabajan 65 sacerdotes, algunos de rito oriental, y 70 monjas. Es difícil precisar el número de católicos en el país, pero dudo que lleguen a los cien mil. Esto significa, en un país de quince  millones de personas como el nuestro, un  porcentaje inferior al 1%. El país es mayoritariamente musulmán. Son sunitas poco practicantes. Bastaría con decir que las modas son igual de permisivas que en Occidente. El segundo grupo está formado por los ortodoxos, También hay protestantes. Y budistas, y personas de muy diversas creencuas. 

La Iglesia se está consolidando poco a poco. Piense que hace unos quince años había menos de de diez sacerdotes católicos en todo el país. En la actualidad, con la ayuda de católicos de otros países, especialmente de Alemania e Italia, estamos construyendo Iglesias, organizando campamentos, cursos para catequistas, bibliotecas, etc.

  ¿Cuáles son los principales desafíos con los que se encuentran?

Hay muchas necesidades urgentes. Quizá la primera es conseguir vocaciones de personas del país. Gracias a Dios, contamos con un Seminario interdiocesano y  en mayo del año pasado se ordenaron dos sacerdotes. Hay 18 seminaristas, y cada año se incorpora alguno más. Se necesita seguir trabajando y pidiendo al Señor que envíe operarios a su mies. 

También considero muy importante el acompañamiento a los sacerdotes, especialmente a los diocesanos. Kazajstán es un país tan grande como toda Europa,  sin contar la parte occidental de Rusia: tiene más  de 2.5 millones de kilómetros cuadrados. Muchos sacerdotes trabajan solos, a 400 kilómetros del sacerdote más cercano. Me parece muy necesario tener encuentros entre nosotros, de tal forma que después del duro trabajo realizado, a veces en circunstancias bastante extremas (en invierno el frío llega en muchos sitios a 40 grados bajo cero, las carreteras no son muy buenas y las comodidades domésticas son pocas), cada sacerdote sienta la alegría del encuentro con otro u otros sacerdotes. Es conveniente  que cada sacerdote encuentre en los demás sacerdotes –tanto por la amabilidad con que le tratan, como por la frecuencia con que se ven, y porque comparten sus alegrías y sus penas- a su verdadera familia.

Catedral católica en Almaty

Otra prioridad sería fortalecer las familias, empezando por las familias católicas, para que supieran crear un ambiente en el que sus hijos crecieran fuertes en la fe.

Uno de los principales logros que se ha conseguido son las ediciones de literatura católica. En Rusia han abordado muy seriamente esta cuestión y en nuestro país eso nos ha beneficiado enormemente, porque en todo Kazajstán no hay una librería en la que se pueda comprar una Biblia católica, o el Catecismo de la Iglesia, ni por supuesto, ningún otro libro parecido. El número de compradores es tan pequeño que no resulta rentable. Vamos solucionando esta falta de libros mediante viajes periódicos a Rusia, donde los adquirimos para que los párrocos puedan venderlos a los fieles.

¿Cómo son las relaciones entre las distintas religiones?

Nos llevamos bien, tanto con los ortodoxos, como con los musulmanes. Nos falta dar un paso más: trabajar juntos en iniciativas de carácter social. Se organizan con cierta frecuencia unas reuniones a las que asisten representantes de las distintas religiones para tratar temas comunes como la defensa de la familia, educación de la juventud, la prevención del fanatismo religioso, etc.  Los kazajos y, en general, los orientales, tienen fama de hospitalarios…

Así es. Recuerdo una vez, al poco de llegar, les regalamos a unos vecinos un bizcocho casero, por un favor muy grande que nos habían hecho: tuvimos una urgencia médica, estábamos recién llegados y no sabíamos muy bien cómo actuar y ellos nos ayudaron en todo. Cuando fuimos a recoger la bandeja, estaba llena de pastelitos. “Aquí no tenemos la costumbre -nos dijo la vecina- de devolver las bandejas vacías”. 

Los vecinos y amigos te suelen invitar a comer a sus casas en las que, cualquiera que sea la hora del día, tendrán puesta sobre la mesa, algunos  platos tradicionales de la cocina kazaja. Conviene ir preparado para esto. El ojo del carnero, que se considera un manjar, lo reservan para el invitado principal; y ese plato, para un occidental, supone una verdadera prueba… 

 

¿Hay algunos momentos especialmente difíciles para un sacerdote?

No;  en todas partes –tanto en Kazjstán como en España- se necesita lo mismo: santidad y buen humor. Y mucha paciencia: porque las cosas van despacio.

Chimkent es una ciudad del sur, de medio millón de habitantes, donde hasta hace ocho años no había parroquia, ni había vivido nunca un sacerdote. Allí, en una pequeña habitación de unos 15 metros cuadrados del apartamento que ocupaban dos sacerdotes españoles en la cuarta planta de un edificio, pusieron la “Parroquia de Santa Teresita del Niño Jesús”. Pocos meses después de llegar, cuando todavía su trabajo pastoral era muy incipiente, vivieron su primera Navidad en Kazajstán. Comentaban que les había recordado de una manera muy especial aquella otra Navidad, cuando en la soledad de Belén nacía nuestro Señor, pues también ellos pasaron esa noche en soledad, sin feligreses, poniendo en la patena ese sacrificio de sentirse solos.

 

Otro sacerdote me contaba que asistían a la Misa sólo dos personas: una anciana ucraniana y una chica joven. El sacerdote había preparado con mucho esmero su  homilía, pero al poco de comenzarla la anciana se sintió mal y tuvo que salir, y la chica joven fue a atenderla. El sacerdote me comentaba con buen humor: “así me sirve la homilía para el próximo domingo”

¿Y momentos de especial alegría?

Muchos. Por ejemplo cuando vino Juan Pablo II, en septiembre del 2001. Viajamos en tren toda la noche a Astaná, para verle. De Almaty, organizamos un tren, con unas 800 personas. Hay que tener presente que los mayores tienen asociada la idea del tren a las deportaciones, pues muchos de ellos fueron brutalmente deportados a Kazajstán en tiempos de Stalin. Al llegar a la estación de Astaná nos habían preparado autobuses, de distintos tamaños y colores, y abrían paso varios coches de policía, pero esta vez no era para llevarlos a un campo de concentración, sino a la Plaza de la Madre Patria, donde iba a ser la Misa. Como se ve, las cosas han cambiado.

O durante la Vigilia Pascual. En Almaty reciben el bautismo esa noche, cada año, unos 25 adultos. Los niños se bautizan en otras fechas del año. En otros días tienen lugar la profesión de fe para aquellos que se incorporan a la completa comunión con la Iglesia católica. Otras personas adultas, que ya estaban bautizadas, se preparan para la primera Confesión y la primera Comunión.

Y siempre es motivo de alegría ver que las personas con quienes trabajas apostólicamente van madurando en su fe. 

¿Recuerda algo más sobre la Visita del Papa?

La Misa del domingo 24 de septiembre fue el acto más multitudinario. Asistieron unas cinco mil personas, parte de ellas no católicas: en su mayoría, personas de Astaná, que sentían deseos de estar con una persona que gozaba de fama de santo. La Misa empezaba a las 11, y desde las 10 ya estábamos casi todos sentados, esperando. Hacía un tiempo muy desapacible, frío y viento, y amenazaba lluvia. Tanto es así que se pusieron unos plásticos sobre los copones, para preservarlos de una posible lluvia. El Papa hizo su aparición poco antes de las 11, y de una manera sorprendente, con el Papa llegó el sol, forcejeó un poco con las nubes, hasta que estas desaparecieron en muy pocos minutos y se creó un clima completamente distinto: ya no hacía frío ni viento, al revés, se estaba muy a gusto.

Los kazajos, que son muy dados a interpretar este tipo de signos, no dejaron de comentarlo con asombro y admiración, y los periodistas lo incluyeron en sus crónicas, como uno de los hechos destacados: con el Papa llegó el calor, que es uno de los bienes más deseados en estas tierras.

Al final de la Misa, cuando advirtieron que el Papa iba a dar la bendición a los asistentes y bendecir los Rosarios u otros objetos piadosos que llevaran los presentes, cada cual sacó lo que tenía. Oí contar que una señora musulmana había ido con la compra, y al terminar la Misa fue a ver a un pariente, enfermo. Contaba que le dio una manzana de las que llevó a la Misa, y ese pariente se curó.

A los católicos les hizo un bien inmenso poder estar con el Vicario de Cristo en la tierra, con “nuestro Pontífice”, como les gusta llamarle aquí. Tras esa visita las autoridades locales tratan a los católicos con más consideración. Nos es que nos den un trato especial -que no deseamos ni sería bueno- pero sí nos tratan con mayor sentido de la justicia.

En Occidente se piensa a veces que con la caída del comunismo se ha despertado en los países excomunistas un gran deseo de Dios. ¿Ha ocurrido eso en Kazajstán?

Yo diría que no. Tras la caída del comunismo, lo que ha quedado es un gran vacío, que han intentado colmar con modos de vida occidental, con sus luces y sombras, mediante la llegada masiva del cine y la televisión. En este sentido, y más en estos tiempos de globalización, Occidente tiene una gran responsabilidad.

¿Qué le pediría a Occidente?

Que defienda la cultura de la vida, que diga “no” al aborto y a la eutanasia, y “sí” a la vida. Que defienda el verdadero humanismo: el de la persona que consume su vida  cuidando a un niño recién nacido o a un anciano necesitado. El humanismo del que gasta su vida atendiendo a un enfermo con el síndrome de “Down”. Que reaccione ante todas las conductas inmorales que atentan contra la dignidad del hombre. Que promueva unos modelos de conducta nobles en todos los órdenes de la vida. En resumen: que ayuden a todas las personas de buena voluntad a construir un mundo más humano más cristiano.

Kazajstán formaba parte de la URSS hasta hace pocos años, en un ambiente dominado por una ideología atea y contraria a Dios. Son conocidas las promesas de la Virgen de Fátima en relación a la URSS. ¿Hay especial devoción a esta advocación mariana?

En muchísimas iglesias se encuentran imágenes de la Virgen de Fátima, y estamos convencidos de que sin Ella no se hubiera dado este cambio. Cuando uno está aquí, y conoce la cantidad ingente de libros y bibliotecas de inspiración comunista, la historia reinventada, y la visión materialista de las artes y las humanidades, se pregunta cómo es posible que todo esto s ehaya derrumbado en tan poco tiempo y sin una revolución. No puede explicarse si no es por causas sobrenaturales.

En Kapchigai, ciudad que está a unos 60 kilómetros de la mía, el párroco se ocupa de unos cien niños, que no tienen una familia. Fui a verle un 13 de mayo y al entrar en la iglesia me lo encontré tocando el órgano, y los cien niños, muy pequeños, el mayor de catorce años, cantando a pleno pulmón, en lengua rusa: “el trece de mayo la Virgen María, bajo de los Cielos a Cova de Iría, Ave, Ave, Ave María, Ave, Ave, Ave María. A tres pastorcitos la Madre de Dios...”. 

Quizá muchos niños no entendían del todo el sentido de sus palabras, pero a los adultos que estábamos presentes aquello nos emocionó.