Don Álvaro del Portillo, sembrador de serenidad

"Después de haber estado un rato con él, aunque fuese breve, todos volvían con más serenidad al trabajo, a la familia”. Así ha recordado el Prelado del Opus Dei a Mons. Álvaro del Portillo en la misa celebrada en el 18º aniversario de su fallecimiento.

Don Álvaro escucha a San Josemaría en una tertulia en 1975.

La Misa se celebró ayer en la basílica de san Eugenio (Roma) y acudieron numerosas personas que conocieron al sucesor de san Josemaría o que le tienen devoción. Otras muchas celebraciones han tenido lugar en otras ciudades de todo el mundo.

“La vida de don Álvaro se caracterizó por la paz y la alegría que sembraba a su alrededor” , ha dicho el Prelado. Don Álvaro lograba comunicar a las almas la paz que llevaba en su corazón. Esa paz era fruto de la gracia y, al mismo tiempo, de su propia lucha espiritual, con la que trataba de superar el mal con abundancia de bien”.

A esta lucha de cada cristiano se ha referido al recordar las dificultades que encontramos en la vida ordinaria. “Cada uno de nosotros experimenta a menudo la propia debilidad. A veces será la falta de salud, o las contrariedades del día, las dificultades en el trabajo o en la familia, o los proyectos que no se realizan como nos gustaría. En otras ocasiones serán los fracasos en la vida espiritual, porque aunque deseemos el bien, descubrimos muchas imperfecciones, muchas ofensas a Dios con nuestros pecados, con nuestras omisiones, con nuestra tibieza”.

Ante este panorama, la Cuaresma , ha dicho el Prelado , es un tiempo adecuado para fortalecer el alma, especialmente a través del sacramento de la confesión : “Don Álvaro nos animó muchas veces a hacer apostolado de la confesión. Conocía bien la importancia del sacramento de la misericordia divina, fuente inagotable de la gracia y condición imprescindible para conservar la vida cristiana y mantener su vigor ”.

Una imagen de la Misa celebrada ayer en Roma.

Un fragmento del Evangelio – cuando sus hermanos subieron a Jerusalén para la fiesta subió también Él: pero no abiertamente, sino a escondidas -ha servido para recordar otra faceta de la vida del Siervo de Dios: “No obstante tuviera tantas virtudes y dones, tanto en el campo natural como sobrenatural, don Álvaro hizo suyo el lema de nuestro Fundador: Esconderse y desaparecer, que sólo el Señor se luzca ”.

Benedicto XVI, que estos días viaja a México y Cuba.

San Josemaría “invitaba a vivir siempre la humildad. No debemos buscar nuestra gloria, sino la de Dios. Así, nos animaba a vivir la discreción que Jesús nos enseña en este paso del Evangelio; discreción que no es secretismo, sino más bien actuar sin llamar la atención con estruendo de trompetas, sino con la naturalidad de quien desea servir al Señor como Él quiere ser servido”.

Antes de terminar la homilía, Mons. Echevarría ha pedido oraciones por el actual viaje de Benedicto XVI a México y Cuba : “Es evidente la importancia de la visita del Santo Padre a tantas personas que quizá lo verán y escucharán por primera vez. Muchas puertas –en los corazones y en la sociedad- se pueden abrir a la Palabra de Dios a través de la palabra y el amor del Vicario de Cristo”.