¡Dora, la cuidadora!

La persona que cuida a mi madre iba ser intervenida quirúrgicamente. Necesitábamos alguien para hacerse cargo de las dos enfermas y de las tareas de la casa...

Desde hace algunos años, mi madre –que ya es octogenaria– padece la enfermedad de Parkinson. En la actualidad no puede valerse por sí misma. Gracias a Dios, vive con uno de mis hermanos, que es soltero, y una persona que cuida de ella y de las tareas del hogar.

Lamentablemente, esta persona ha tenido algunos problemas de salud y, el año pasado, el especialista le advirtió que sólo se podrían resolver a través de una intervención quirúrgica, a la que sucedería un período de rehabilitación. Esto implicaría la necesidad de encontrar una persona que se hiciera cargo de las dos enfermas y de la casa hasta que ella estuviera en condiciones de trabajar. Con la certeza de que Dora sería una buena aliada, sugerí a mi hermano que le encomendáramos el asunto, rezando la estampa para la devoción privada. Además, no sería difícil dirigirse a ella diciéndole: “¡Dora, la cuidadora!”

Después de postergar la fecha de la operación por diversos motivos, finalmente se programó para el 12 de diciembre de 2016. Esas prórrogas fueron muy oportunas, porque permitieron a mi hermano seguir entrevistando personas que pudieran aceptar el trabajo. Pero no fue tarea fácil. Uno de los obstáculos que fue encontrando en quienes rechazaban sus propuestas fue la falta de capacitación para atender a mi madre.

Como pasaban las semanas y no conseguíamos la persona que necesitábamos, decidí fijar el día 4 de diciembre como plazo para seguir buscando; si no encontrábamos a nadie, tendría que trasladarme por un tiempo desde Italia a Chile, que es donde ellos viven, para atenderlas yo. Llegó el 4 de diciembre y todavía no habíamos alcanzado nuestro objetivo; pero sí manteníamos la esperanza de concretar algo, ya que ese día mi hermano entrevistaría a otras dos personas. Y así fue: una de ellas se mostró muy disponible a sus requerimientos. Esa misma noche, me envió un elocuente mensaje: “tenemos dueña de casa”. Se trata de una señora con capacitación y experiencia en el cuidado de personas mayores, pues ha trabajado en un conocido hogar de ancianas de la ciudad.

Desde los primeros días, tanto mi hermano como las dos enfermas se han encontrado muy bien atendidos por ella, y consideran que está realizando su labor con cariño y competencia. Hace pocos días, mi hermano me comentó que otro de mis hermanos le ha hecho notar “la suerte” que hemos tenido. Pero él y yo estamos convencidos de que no ha sido suerte, sino la delicada, discreta y eficaz intervención de Dora.

C. R. (Italia)