El Banco de Alimentos en tiempo de crisis

"En los dos últimos años la crisis se ha notado mucho y las peticiones han aumentado considerablemente, así que hemos tenido que ponernos las pilas y redoblar la dedicación", afirma José María Zárate presidente del Banco de Alimentos de Valladolid.

A sus 72 años años, José María Zárate preside el Banco de Alimentos de Valladolid. Supernumerario del Opus Dei desde hace varias décadas, trabaja como voluntario en una tarea que le parece apasionante, como al resto de los 30 voluntarios. El año pasado distribuyeron cerca de 2,5 millones de kilos entre más de 31.000 personas.

¿Cómo te metiste en esta aventura?

Hace unos meses el anterior Presidente y Fundador del Banco de Alimentos de Valladolid, Mariano, un buen  amigo mío,  a sus 83 años consideró conveniente retirarse y me propuso que le sustituyera en el puesto. Me costó aceptarlo porque se trata de una tarea de gran envergadura, pero en el Opus Dei he aprendido que debemos tener una mentalidad de servicio y contribuir al bien común de la sociedad, así como santificar el trabajo hasta el último momento de nuestra vida.

¿Y estás contento?

La verdad es que ésta es una tarea apasionante que para un jubilado con 72 años, como yo,  supone un fuerte revulsivo. He trabajado toda mi vida en Fasa-Renault y como agente de seguros y la verdad es que desde que me retiré no me falta trabajo en casa, ya que tengo una familia amplia: 10 hijos y numerosos nietos. Mi mujer, que también es de la Obra, me animó desde el principio a que me embarcase en esta nueva aventura. En similar situación se encuentran muchos voluntarios.

¿Cuál es la finalidad de un banco de alimentos?

Nuestra tarea consiste en conseguir alimentos excedentes de empresas, grandes superficies, sobrantes agrícolas y distribuirlos entre determinadas instituciones benéficas, como Cáritas parroquiales, grupos de inmigrantes, asociaciones benéficas, residencias, conventos con obras de caridad, etc. No hacemos donaciones a particulares sino a estas entidades que están al pie del cañón y  saben quiénes tienen necesidad de verdad.

Es un objetivo ambicioso…

No hace falta decir que un Banco de Alimentos es una iniciativa social de primer orden. Intenta solucionar la más apremiante de las necesidades cotidianas de los más desfavorecidos: poder comer todos los días. La tarea es entusiasmante. Sólo pensarlo me da vértigo. Trabajamos casi 30 voluntarios jubilados y prejubilados todas las mañanas y hay un servicio de urgencia las 24 horas del día. En cualquier momento te pueden llamar para satisfacer una necesidad apremiante o llega una partida de uno de los generosos proveedores. Tantos voluntarios dan una buena idea de la generosidad de muchas  personas que desde el anonimato se interesan seriamente por los demás, trabajando duro y a diario...

¿Y se consiguen buenos resultados?

Al hacer el balance el pasado año resultó que habíamos distribuido cerca de 2,5 millones de kilos entre más de 31.000 personas. Una cifra que ha sido posible alcanzar gracias a la profesionalidad con que trabajan todos los voluntarios, desde los que llevan cuestiones administrativas hasta los que están cargando y descargando, distribuyendo… Aquí hay que ponerse el mono y trasladar palés de continuo, coger la furgonetas, etc…

¿Ha afectado la crisis económica?

En los dos últimos años la crisis se ha notado mucho y las peticiones han aumentado considerablemente, así que hemos tenido que ponernos las pilas y redoblar la dedicación: tanto para solicitar alimentos como para su distribución. 

También  las más de 60 empresas que proporcionan alimentos han dispuesto de menos excedentes, pues han ajustado bastante la producción. Además, han aparecido nuevos demandantes, ya que muchas personas que hasta ahora gozaban de una posición desahogada, hoy se encuentren en una situación límite debido al paro, la reducción de ingresos o cierre de empresas. 

Hemos tenido que agudizar el ingenio. Entre otras cosas, hemos incrementado mucho las “operaciones kilo”, en las que chicos jóvenes se ponen en las puertas de las grandes superficies y solicitan un kilo de algún alimento para nuestra Fundación.

¿Sólo ayudan empresas o instituciones?

También existen donaciones de particulares, como la del vecino de un pueblo que les ha llamado recientemente para decirles que tienen a su disposición 500 kilos de patatas, o iniciativas como la del encargado del mantenimiento de la fotocopiadora, de Pedrosa del Rey, que organizó un partido de fútbol entre casados y solteros y el coste de la entrada era la entrega de un kilo de comida.

¿Atienden también a inmigrantes?

El 25% de los destinatarios de estos alimentos son inmigrantes, una cifra que crece de forma paulatina, y el perfil del grupo restante es variado, aunque fundamentalmente se trata de familias desestructuradas, madres solteras, parados mayores de 40 años, enfermos de VIH e indigentes.

¿Y personas en paro?

A los colectivos que tradicionalmente se han beneficiados de estas ayudas se ha sumado uno que hasta ahora vivía dignamente, ya que el paro ha llevado a situaciones límite. Por ejemplo, hay abuelos que han tenido que acoger en casa a sus hijos, que se han quedado sin trabajo, y a sus nietos, que tienen que vivir todos con la pensión de los jubilados «y necesitan ayuda para salir adelante».