“El curriculum más importante es el servicio a los demás”

Carlos Barrios es médico traumatólogo y profesor universitario en Valencia.

Carlos Barrios, segoviano de 50 años, se licenció a finales de los años setenta en la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid y continuó su formación –doctorado, especialidad­ y carrera clínica e investigadora– en Pamplona y en Estocolmo. En 1993 se incorporó a la Facultad de Medicina de la Universidad de Valencia, en la que es profesor titular de Cirugía Ortopédica y Traumatología. Participa en diversos grupos internacionales de investigación. En el año 2003 recibió en Seattle (Estados Unidos) el premio de investigación clínica de la Scoliosis Research Society, uno de los galardones más prestigiosos en su especialidad. Pero la vida del doctor Barrios, que es numerario del Opus Dei, no se reduce a la tarima universitaria, al quirófano hospitalario o al congreso científico. Hay más, mucho más.

¿De dónde piensas que te vino tu vocación por la Medicina?

Como explicamos los médicos, existen antecedentes familiares. En mi caso, muy importantes y ejemplares. Mi abuelo fue un médico muy querido y prestigioso que empezó su carrera en Ortigosa (Segovia). Tres hijos –mi padre entre ellos– siguieron sus pasos y pusieron una clínica quirúrgica en Segovia. Me he criado en ese ambiente y, de hecho, una hermana y un primo también se decidieron por esta profesión. Y ya hay una sobrina por el momento que quiere continuar la tradición familiar.

¿Qué pasa por tu cabeza cuando te encuentras en el quirófano?

Llevo muchos años realizando operaciones de columna. Duran unas 7-8 horas y son muy delicadas. La preparación y el estudio son muy importantes y, a la hora de la verdad, me concentro en la intervención. Pero cuando veo lo que tengo que hacerle a esa persona, pienso también en lo que debe estar sufriendo, y de algún modo sufro con él, me duele tanto como a él. Entonces, ofrezco a Dios ese trabajo y esos dolores por su propia salud y por el beneficio de todos los enfermos. Y pido a los ángeles custodios que nos controlen las manos a mí y a todos los que intervenimos para no infligir mucho daño.

Servir a los demás ¿Por qué fuiste a Suecia y qué aprendiste allí?

En 1985, terminada la especialidad en la Clínica Universitaria de Pamplona, me fui al Instituto Karolinska de Estocolmo para trabajar en cirugía ortopédica oncológica. En los cinco años que estuve en Suecia aprendí muchas cosas, sobre todo, una forma de trabajar llena de virtudes humanas: orden, intensidad, rigor, y algo muy importante, calma. Además, tuve la suerte de estar presente en los comienzos de la labor apostólica del Opus Dei en Escandinavia, lo que me permitió conocer al entonces Prelado del Opus Dei, don Álvaro del Portillo, que viajaba al país al menos una vez al año para alentarnos en la labor.

¿Qué os decía don Álvaro del Portillo a los de la Obra que estabais allí?

Era una persona extraordinaria, amabilísima, cariñosa y a la vez muy humilde, con la que se estaba muy a gusto. Conocía muy bien el país, sabía que nos encontrábamos en un país con muy pocos católicos, y nos transmitía fe y optimismo. Nos decía que estábamos allí para sembrar y que otros recogerían. Y a los médicos investigadores que estábamos en el Karolinska entonces –éramos cuatro: un brasileño, un argentino y dos españoles– nos hablaba mucho de que, en un ambiente competitivo como el nuestro, había que servir a los demás, ayudarles sin que se notara y estar siempre sonrientes.

Desde 1993 estás en la Facultad de Medicina de la Universidad de Valencia. ¿Supuso un cambio radical?

No tanto. En el trabajo universitario también hay un ambiente competitivo, pues es muy importante el curriculum, que sigue traduciéndose en investigación y publicaciones. Por otra parte, ese servicio desinteresado a los demás también tiene nombres y apellidos: los doctorandos, los alumnos, los colegas de tus equipos de investigación, etc. Esa preocupación por los demás y el esfuerzo por la santidad en el día a día constituyen el curriculum más importante, el curriculum que nos da acceso al Cielo.

Proyecto "Be Solid" ¿Qué opinión te merecen los universitarios actuales?

No soy sociólogo, pero mi experiencia es muy positiva. Te cuento. En el año 1992 asistí en Roma a la ceremonia de beatificación del fundador del Opus Dei. Juan Pablo II, en la homilía, nos alentó a los miembros de la Obra a que fuésemos muy fieles a nuestro camino, siendo así testigos del Evangelio, lo que se tenía que traducir –dijo– “en un ilusionado dinamismo apostólico, con particular atención hacia los más pobres y necesitados”. Pues bien, estas palabras resonaron con especial fuerza en mi interior y se lo comenté a un colega que me acompañaba. 

El hecho es que, a la vuelta, fuimos hablando de un proyecto para la asistencia sanitaria y social a personas especialmente necesitadas o en régimen de exclusión social y creamos una Asociación. En la actualidad, somos una ONGD (Organización No Gubernamental de Desarrollo) que cuenta con más de 120 asociados y colaboradores, de los que medio centenar son profesionales de la salud. 

Pero a lo que iba. En el año 2002, pusimos en marcha el Proyecto Be Solid, con la finalidad de dar asistencia sanitaria a la población infantil de algunas zonas especialmente deprimidas de varios países subdesarrollados. En este programa pueden participar estudiantes de los últimos años. Y qué quieres que te diga. La respuesta a la sesión informativa anual en el salón de actos de la Facultad siempre es multitudinaria, tanto en asistentes como en estudiantes que se involucran en las sucesivas ediciones Proyecto. Hay, por tanto, muchos universitarios con deseos de servicio a los demás.

¿Cuál es tu relación con el mundo del deporte y, en concreto, del ciclismo?

Una relación profesional. Desde 1982 me he dedicado también a la Medicina y Traumatología del Deporte con ciclistas profesionales. He convertido un hobby casi en profesión. Entre otras competiciones, he participado en varios “Tours” de Francia como médico de equipos. El ciclismo es un deporte muy duro y sus deportistas muy sacrificados. Se aprende de ellos mucho para superar los puertos –las dificultades– de cada día.

¿Sólo una relación profesional?

Bueno, también es una afición que practico desde muy joven. Una lesión me impidió dedicarme más en serio a ese deporte. Luego, Dios me compensó introduciéndome en ese mundo a través de mi profesión. Aún sigo practicándolo con un buen grupo de amigos. De hecho, el diploma del que estoy más orgulloso es el de haber subido el Tourmalet. Durante años lo he subido en coche, acompañando a los ciclistas, pero desde hace varios años he tenido la fortuna de escalarlo con la bicicleta, a golpe de pedal.