Santos, todos

“Nunca habrá mujeres —ni de broma— en el Opus Dei”. Unos días después de escribir esta frase, Josemaría Escrivá descubrió que la Obra era un camino universal de santidad abierto también a las mujeres. Fue parte de ese despliegue gradual de la voluntad de Dios, algo insospechado que le sobrevino. Era el 14 de febrero de 1930, un año y medio después de fundar el Opus Dei.

Especial sobre los aniversarios del 14 de febrero, día en que san Josemaría entendió con profundidad que Dios llamaba a las mujeres y a los sacerdotes a ser y hacer el Opus Dei.


La frase, extraña para una mente del siglo XXI, tiene sentido en el contexto de una época en la que era inconcebible que hombres y mujeres pertenecieran a una misma institución de la Iglesia, más teniendo en cuenta que hasta 1941 el Opus Dei no tuvo su primer reconocimiento jurídico y en una España –la que vio nacer la Obra– donde el ejercicio profesional como vía de transformación del mundo apenas tenía cabida entre las mujeres.

Solo unas pocas cursaban estudios superiores y la mayoría se dedicaban, principalmente, al hogar y carecían de independencia económica y social. En 1933 las mujeres acudían por primera vez a votar en España. No fue hasta el curso 1977-1978 cuando la presencia de universitarias en las aulas llegó al 43%, una cifra que en Estados Unidos se había alcanzado en 1920. Por no hablar de falta de autonomía para obtener un pasaporte, abrir una cuenta bancaria, administrar bienes, suscribir contratos, disponer de los ingresos del trabajo, etc.
Tanto hombres como mujeres estaban llamados a la plenitud cristiana en medio del mundo, pero en aquel entonces eso era tan inédito e insólito que en muchas ocasiones a Escrivá lo llamaron hereje
Desde el momento en que el fundador del Opus Dei entendió la amplitud de aquel mensaje, se puso a trabajar con mujeres solteras –como Carmen Cuervo, que tenía un cargo de responsabilidad en el Ministerio de Trabajo o Mª Ignacia García Escobar, enferma de tuberculosis en el Hospital del Rey– y casadas, aunque éstas últimas no se incorporaron jurídicamente a la institución hasta 1948. Tanto hombres como mujeres estaban llamados a la plenitud cristiana en medio del mundo, pero en aquel entonces eso era tan inédito e insólito que en muchas ocasiones llamaron a Escrivá hereje.

En 1968, afirmaba: “Una sociedad moderna, democrática, ha de reconocer a la mujer su derecho a tomar parte activa en la vida política, y ha de crear las condiciones favorables para que ejerciten ese derecho todas las que lo deseen”.

Distintas mujeres, distintas realidades

El pensamiento de san Josemaría sobre la condición femenina puede entreverse en las vidas de muchas mujeres del Opus Dei, por ejemplo, Guadalupe Ortiz de Landázuri (1916-1975).

Guadalupe Ortiz de Landázuri.

En un Madrid prebélico, comenzó la carrera de Ciencias Químicas, que terminó tras la guerra civil, con uno de los mejores expedientes de su curso. Quería dedicarse a la docencia universitaria y empezó los cursos de doctorado pero, como era una de las primeras numerarias del Opus Dei, fue adaptando su objetivo a las necesidades de cada momento.

“Una sociedad moderna, democrática, ha de reconocer a la mujer su derecho a tomar parte activa en la vida política, y ha de crear las condiciones favorables para que ejerciten ese derecho todas las que lo deseen”
Durante un tiempo, se dedicó a la administración doméstica de los primeros centros, se encargó de la dirección de la primera residencia universitaria en Madrid, comenzó la labor apostólica en varias ciudades españolas y después en México, pero nunca dejó de lado su carrera. Al llegar a México, se matriculó en algunas asignaturas del doctorado de Químicas. Después, tras pasar un tiempo en Roma colaborando con san Josemaría en el trabajo de gobierno del Opus Dei, volvió a España y defendió su tesis doctoral, en 1965.
Entre 1960 y 1974 Guadalupe Ortiz de Landázuri dio clases en el Instituto Ramiro de Maeztu y en la Escuela de Maestría Industrial, de la que fue catedrática y subdirectora

Entre 1960 y 1974 dio clases en el Instituto Ramiro de Maeztu y en la Escuela de Maestría Industrial, de la que fue catedrática y subdirectora.

También Laura Busca (1918-2000), a la que sus amigos recuerdan magnánima y con gran temperamento, fue una de las primeras mujeres en cursar, en los años 30, la carrera de Farmacia en la Universidad Central de Madrid.

Durante esos años, vivió en la Residencia de la Institución Libre de Enseñanza, y comenzó su tesis doctoral sobre el tifus en el Hospital del Rey. Allí conoció a su futuro marido, el médico Eduardo Ortiz de Landázuri, con quien se casó el 17 de junio de 1941. Doce años después se incorporó al Opus Dei como supernumeraria.

Laura Busca (segunda por la izquierda).

Laura podría haber dedicado sus esfuerzos a una carrera profesional que parecía prometedora, sin embargo, libremente decidió poner todas sus capacidades en sacar adelante a su familia.

En cambio, Lourdes Díaz Trechuelo (1921- 2008) eligió pelear a fondo para desarrollar su carrera profesional. Comenzó a estudiar en casa, en Sevilla, con una profesora particular, como era habitual entre las chicas de familias acomodadas de la época. En 1935, en contra de la opinión de sus padres, cursó el bachillerato en el único Instituto Nacional de Segunda Enseñanza que entonces había en Sevilla. Aprobó todas las asignaturas y, en enero de 1937, terminó el Bachiller.

Lourdes Díaz Trechuelo en la Biblioteca de la Universidad de Córdoba. Foto cedida por la Universidad de Navarra.

Durante la guerra y los primeros años 40 tuvo diferentes trabajos, hasta que decidió estudiar y presentarse a las oposiciones a Cátedra de Instituto de Geografía e Historia, que se acababan de convocar. Tardó varios años en sacar la plaza ya que, entre medias, enfermó gravemente una tía suya y después su padre, a los que atendió personalmente.

La larga e intensa vida profesional de Lourdes Díaz-Trechuelo transcurrió principalmente en Sevilla y Granada, pero viajó por todo el mundo impartiendo conferencias y participando en congresos de su especialidad

En enero de 1953 fue la primera mujer sevillana en pedir la admisión como agregada del Opus Dei. Años más tarde, obtuvo la plaza de Profesora de Historia de América en la Universidad de Córdoba.

El caso de Encarnita Ortega (1920-1995) es un poco diferente. Después de que la contienda nacional truncara sus estudios de bachillerato, ejerció de enfermera en diversos hospitales durante la guerra civil. En 1941, conoció el Opus Dei y pidió la admisión como numeraria.

El compromiso de Encarnita Ortega con la mujer se manifestó en ayudar al impulsar numerosas iniciativas sociales en todo el globo y en su interés por el mundo de la moda.
Desde el principio puso toda su capacidad en trabajar junto al fundador para extender la labor apostólica a otros países. Colaboró en el impulso de numerosas iniciativas sociales y educativas en todo el mundo.

Encarnita Ortega, en el centro de la fotografía.

San Josemaría insistía en que las mujeres no tenían por qué contraponer los dos ámbitos, trabajo y familia. “La dedicación a las tareas familiares supone una gran función humana y cristiana. Sin embargo, esto no excluye la posibilidad de ocuparse en otras labores profesionales —la del hogar también lo es—, en cualquiera de los oficios y empleos nobles que hay en la sociedad en que se vive”.

Lourdes, Encarnita, Laura, Guadalupe y muchas otras, encarnan la riqueza y diversidad de ese genio femenino multitarea, siempre intentando conciliar las circunstancias personales con el desarrollo profesional.