El 'dream team' de 'Anty' García

La Escuela Deportiva Brafa se ha volcado con el ex canterano del Barça enfermo de ELA.

Diario Gol El 'dream team' de 'Anty' García

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Dice la sabiduría popular que cuando se cierra una puerta se abren ventanas al porvenir. Anty García lo sabe bien, ha abierto un montón de ellas de par en par. Como cuando abandonó de niño Badia del Vallès con una mochila de ilusiones para integrarse en la cantera azulgrana. O cuando recaló en el amateur del FC Barcelona con la Copa del Rey Juvenil bajo el brazo, ganada al Real Madrid (6-3) en la histórica final de 1986. También cuando Quique Costas dejó de contar con él en el Barça. O cuando se topó de bruces con la árida Tercera División; en el CD Igualada, en el CD Blanes, en el CE Premià del ascenso a Segunda B (1983). Aunque, posiblemente, sí, la cristalera más grande y reluciente abierta nunca por Antonio haya sido la de Brafa. Hace veintiún años tras el gatillazo del canto de cisne del Vidrieres CF, y, ahora, en su lucha contra la enfermedad del ELA, la del cubo de agua, la malhadada esclerosis lateral amiotrófica de los demonios contra la que lucha Toni desde hace un año.

El equipo alevín del Brafa de Tercera División: arriba, David, segundo entrenador; Iker, Carlos, Yonfer, Eric, Marcos, Javi y 'Anty' García. De rodillas, Yeniss, Steven, Marc, Arnau, Biel y Adri. / Foto: Juan Carlos Pasamontes

“Brafa se cruzó en mi camino en 1995, con veintisiete años, cuando dejé de ser futbolista en activo”, dice el ex canterano azulgrana mientras observa en la banda el entrenamiento de su equipo, milita en la Tercera División Alevín de la Federación Catalana de Fútbol. Los chicos, de once años, se toman el trabajo muy en serio, atienden las indicaciones de David Viñuela, el segundo entrenador y ayudante de Anty. Forman una piña, llevan tres años juntos, desde benjamín. La enfermedad de su técnico les ha unido más que nunca. Para estos futuros campeones (de la vida), Anty García “es el mejor míster del mundo”. “A pesar de su enfermedad, de lo que está pasando, se esfuerza por venir aquí. El equipo está comprometido con él y vamos a luchar por él siempre”, asegura Iker, once años, mediocentro. Su opinión es compartida por el resto de sus compañeros: Eric; Javier; Biel, el portero; Yonfer, de padres ecuatorianos y parco en palabras. También por Carlos, Marcos, Yeniss, Steven, Marc, Arnau y Adri. Todos ellos forman el dream team de Anty García. “Vamos segundos en la Liga, quedan cinco jornadas, el líder nos lleva ocho puntos, pero seguimos peleando”, dice Toni.

En la falda de Collserola

Desde 1971 la Escuela Deportiva Brafa se encuentra en Nou Barris, distrito barcelonés que alberga la mayor comunidad de inmigrante filipinos, pakistaníes y ecuatorianos, y antaño azotado por los desequilibrios urbanísticos y sociales del desarrollismo de los sesenta y setenta. Emparedada entre los barrios de La Guineueta, Roquetes y Cañellas, desde sus privilegiadas instalaciones situadas en la falda de la sierra de Collserola, se divisa el litoral marítimo y la barriada de Verdún. “Para mí fue una ilusión tremenda encontrar un sitio donde ejercer de entrenador, donde poder enseñar a los jóvenes lo que yo había vivido como deportista, porque es lo que realmente me gusta hacer”, asegura Antonio García.

Siendo un barbilampiño en Ciudad Badia, y antes de convertirse en azulgrana con Carles Rexach, Anty ya se había destetado como técnico en unas ligas internas con equipos con nombres del calcio. Él dirigía a la Fiorentina, un benjamín donde estaba su hermano David. “Cuando lo aparqué por el Barça, siempre pensé que llegaría un día que podría seguir con aquella labor”, confiesa. Y así fue. Miguel Fernández, Micki, que jugaba con él en el Vidreres CF, le habló un día camino de Gerona de Brafa y, en octubre de 1995, ya estaba entrenando al Infantil A de la entidad. Tres meses después tenía su propio equipo. “Todos tenemos el camino marcado y creo verdaderamente y sin dudarlo, que el mío y el de Brafa estaban destinados a encontrarse en algún punto de nuestras vidas”, dice.

Ángel Luna, primer director

Brafa es una sociedad sin ánimo de lucro que nació en 1954 impulsada por varios jóvenes, algunos de ellos fieles al Opus Dei, con el objetivo de fomentar la formación integral de la persona a través del deporte. Con el tiempo, Brafa, cuyo nombre resulta de las iniciales de baloncesto, remo, atletismo, fútbol y alpinismo, se convirtió en escuela deportiva –fue pionera en este aspecto– y en obra corporativa del Opus Dei. Su primer director fue Ángel Luna, el único gimnasta que se salvó del trágico accidente aéreo de 1959 en el que falleció Joaquín Blume y su equipo, porque a última hora no pudo viajar por lesión.

“Por encima de todo, esta entidad antepone la humanidad, la educación, el compañerismo, valores universales. Cuando les comuniqué lo que me pasaba, se volcaron conmigo, me han prestado ayuda de todo tipo”, asegura. “Que un entrenador de fútbol base tenga una enfermedad como la mía y siga entrenando, es un caso atípico. Jamás me dijeron que tenía que abandonar mi trabajo, al contrario. Me han dicho que esté el tiempo que quiera estar. ¡Yo decidiré cuándo! Para mí es un caso único y muy de agradecer”.

Referente para los jóvenes

Poder ser útil a los demás y ayudar a los jóvenes a desarrollarse como personas y futbolistas no tiene precio para Anty García. Interiormente se siente satisfecho. “Brafa, me ha brindado la posibilidad de ser una referencia en esta labor, gracias a su apoyo y continua formación y reciclaje como entrenador”, asegura Antonio. “Hoy en día sigo en contacto con antiguos alumnos, muchos de ellos padres de familia, que recuerdan su etapa de Brafa con cariño y nostalgia, como una de las mejores experiencias de su infancia, por no decir la mejor”.

“Toni, al que conozco desde hace tres años, además del aspecto deportivo realiza una labor docente, formativa, que es muy importante para los chavales”, asegura Juanma Chillida, padre de Eric, uno de los jugadores de Anty quien asegura que no va para crack, y eso que, como el madridista Lucas Vázquez, puede jugar de volante o lateral. “Está muy bien divertirse, jugar al fútbol”, agrega, “pero si se les forma como persona, si se les enseña a adquirir nuevos comportamientos y hábitos, desarrollarán más ampliamente su relación con los demás. Toni realiza muy bien esa labor. Les enseña a jugar y, al mismo tiempo, les inculca que hay que trabajar en equipo, que hay que disculpar los fallos del compañero, que hay que ser generoso, que hay que esforzarse por alcanzar una meta...”.

Enfrentarse a los niños

Para José Viñuela, padre de David, el ayudante de Antonio, y de su hermano pequeño Javier, quien unas veces juega de central y, otras, de medio al lado de Eric, Anty García “es un referente de la Escuela Deportiva Brafa”. “Los chicos han encajado bien la enfermedad de Toni. Mi hijo Javi no sabía lo que era la ELA, y yo, por la campaña de los cubos de agua, sino tampoco. Yo me enteré de lo que le pasa por él, fui de los primeros que lo supe, llevo ocho años a su lado. Me quedé de piedra, claro, fue un golpe muy duro, durísimo. Toni es una buena persona y un magnífico compañero”.

El momento más problemático y angustioso para Anty, ese que uno nunca quiere que llegue, fue comunicar a un grupo de niños de once años que lo adoran que a lo mejor no podría seguir a su lado. Durante días barajó la posibilidad de abandonar, de tirar la toalla, de autoexpulsarse. “Cuando me enteré de mi enfermedad, decidí no decir nada hasta que no viera cómo evolucionaba. Para qué preocuparles, pensé. Por esa época, además, tampoco se me notaba nada. Fue el pasado septiembre cuando empecé a caminar con muletas y a mí me daba bastante reparo ir a entrenar en esa situación. Por otro lado, tampoco tenía claro cómo iban a entender los chavales lo que más tarde les conté. Al final me armé de valor, los reuní en uno de los campos de Brafa el primer día de entrenamiento y se lo expliqué sin entrar demasiado en detalles. Bastaron diez minutos de charla para darme cuenta de cuán equivocado estaba. Querían que estuviera con ellos aunque fuera con muletas. Alguno llegó a decirme que prefería verme con muletas que no verme. Cuando chicos de diez años te dicen eso, no te puedes negar. Además, yo, que siempre había intentado inculcarles el esfuerzo, la dedicación, el trabajar por un sueño, tenía que ser el primero en dar ejemplo. Mi enfermedad no iba a ser impedimento para continuar, me dije. Estar aquí a pesar de mi situación, volcado con ellos para entregarles todo lo que pudiera, tenía que ser una prioridad. Y en eso estoy”.

¡Estamos aquí!”

Iker, Carlos, Yonfer, Eric, Marcos, Javi, Yeniss, Steven, Marc, Arnau, Biel y Adri, han demostrado una sensatez impropia de su edad. “Cuando necesites algo, Toni, pide ayuda. ¡Estamos aquí!”, le recuerdan. “A veces, tengo que disimular la emoción”, confiesa Anty. “Mi situación se hace muy difícil muchas veces. Para su edad, son unos chicos muy maduros, entienden el esfuerzo que hago por estar con ellos. La recompensa que yo obtengo es el esfuerzo que ponen en los entrenamientos, en los partidos… Son buena gente, forman un equipo, y para mí es suficiente”.

Juan Carlos Pasamontes

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