El eco de una voz femenina

Con la publicación de la obra "Ernestina de Champourcin. Mujer y cultura en el siglo XX" finaliza el centenario del nacimiento de esta poetisa de la Generación del 27.

En la elaboración de este libro han participado especialistas de universidades de diversos países, como Francia y Estados Unidos, que abordan no sólo el estudio de la biografía y su obra poética sino también las aportaciones de las mujeres a lo largo del siglo XX a la cultura, la sociedad, la política…

Ernestina de Champourcin (1905-1999) fue una de las pocas mujeres que perteneció a la Generación del 27. Desde joven, trabó amistad con algunas de las figuras literarias más relevantes: Rafael Alberti, Manuel de Altolaguirre, Luis Cernuda, Gerardo Diego y, especialmente, Juan Ramón Jiménez, de quien se consideraba discípula.

Casada con el poeta Juan José Domenchina, tuvo que exiliarse a México al término de la Guerra Civil. El dolor, sufrido junto a su esposo, se reflejó en muchos de sus poemas ( “Adiós a lo que fuimos./ Aunque tú me acompañas/ sé que roza mi hombro/ otro tú diferente” ). Pero el exilio ayudó a Ernestina a cuestionarse en serio su vida espiritual y reemprendió la búsqueda de Dios, una de las constantes de su poemario.

Buscó la santidad

A principios de los años 50 conoció el Opus Dei y, poco más tarde, solicitó la admisión. Procuró la santificación del trabajo ordinario, como poetisa y traductora. Colaboró también en actividades de promoción social en un barrio marginal de la capital azteca. En 1970 tuvo oportunidad de saludar a san Josemaría Escrivá en México D.F., quien le dijo que conocía su obra poética y le ayudaba a hacer oración.

Con su marido, el poeta Juan José Domenchina

Publicó 19 poemarios, recibió el Premio Mujer Progresista en 1992 y en 2000 -ya a título póstumo- fue homenajeada por el Ateneo de Madrid. Desde 1995, la Diputación Foral de Álava convoca anualmente el premio Ernestina Champourcin de poesía.