El fundamento profundo del Camino de Santiago

Bajo el título «Amigo del Señor», escribe Pedro Rodríguez Mariño en el Diario de Cádiz.

Diario de Cádiz Amigo del Señor (Descarga en PDF)

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Por razones familiares este verano he buscado un curso en Galicia, y para allí fui del 3 al 25 de agosto a Santiago de Compostela. Unos días estupendos, buena temperatura, no ha llovido, y el curso interesante. Me ha servido para profundizar en la doctrina sobre los milagros y el misterio de la Resurrección del Señor, además de otros temas singulares de gran actualidad, pero no me interesa ir ahora por esos derroteros, quiero centrarme en Santiago. No es éste año santo jacobeo pero como si lo fuese, la ciudad era estos días un hervidero de peregrinos.

El himno del apóstol con todas las características típicas y tópicas de este género literario ensalza a Santiago en todas sus facetas, y en un momento determinado llama al Apóstol "Amigo del Señor", enfatizado fuertemente por la música. En este artículo centraré especialmente mi atención en este título amigo del Señor, que resume bien la vocación cristiana: menuda categoría responder a la amistad de Cristo y abrir el corazón a su vida y seguirle. Vaya grandeza, vaya esperanza, qué dignidad y oportunidad ¡qué santa envidia debe provocar a todos los bautizados!

El Señor vino a la tierra para hacer amigos, para regalarnos su amistad. El amor del Señor hacia cada uno nos antecede, el nos amó primero -dice S. Juan en su primera carta- y nuestro amor a Él es respuesta a ese amor suyo por nosotros. La amistad es una realidad esencialmente cristiana. Al Señor le vemos rodeado de amigos: los doce, los de Betania, los de Emaús, José de Arimatea y Nicodemo, el buen ladrón, o le vemos haciendo nuevos amigos, Mateo en el telonio, Nathanael debajo de la higuera, o pidiendo que dejen que los niños se acerquen a Él. O cuando anda queriendo a todos y la gente le corresponde: "todos te andan buscando", leemos en el evangelio de S. Marcos.

Los Apóstoles quieren secundar al Señor y quieren buscarle amigos, hasta los confines de la tierra, hasta el Finis Terrae de la Europa Occidental del mundo romano, asegura una tradición que estuvo el apóstol Santiago. Otra tradición que recoge S. Isidoro de Sevilla, dice que sus discípulos lo trajeron a enterrar por Iria Flavia a un monte que podía tener hoy la valoración de "cementerio atómico", sitio inhóspito y solitario, el sitio donde llueve más de toda la península ibérica. Ciertamente, un fin del mundo conocido entonces que a la luz de la fe el Campostelle se convertiría en el término luminoso del camino de Santiago y en el centro de peregrinación más universal de todo el mundo católico.

Es el camino de la amistad, de la caridad sobrenatural cristiana, de los que tienen la misma fe y quieren perfeccionarla. Para convertirse y unirse más a Dios se acercan al sepulcro de uno de sus apóstoles, el primero que padeció el martirio. Este es el fundamento profundo del Camino de Santiago. Junto a éste hay otros aspectos complementarios, nada despreciables pero nunca lo fundamental. Así, el aspecto deportivo de tanta caminata, el aspecto de amor a la naturaleza tan variada en todos los largos recorridos. El aspecto cultural de pueblos y sus gentes tan diferentes. Y tanto que habría que decir de sus costumbres y, ahora que está tan de moda, el tema de la exquisitez de sus comidas y bebidas.

Permitidme un canto particular a Galicia, esa tierra "meiga", en corto, en cercanía. Permitidme cantar a sus gentes, sencillas, atentas y serviciales, acogedoras, que no hablan a gritos, sino más bien musitan una conversación que acompaña. Permitidme llevaros a esa naturaleza domesticada, salpicada de casas con sus templos parroquiales y pequeños campos de labor, que constituye un continuo jardín que conforman sus montes siempre de pequeñas dimensiones, donde arraigan y maduran los frutos de la tierra y del trabajo de los hombres, que hacen las delicias de nativos y forasteros. Si las realidades temporales no nos llevan a Dios, que aislantes e inertes resultan.

Cuando el primer domingo de agosto -por la tarde- visité la Catedral de Santiago, esperaba encontrarla tranquila, pero no fue así, había otra Misa del Peregrino, además de la habitual mañanera. El Cardenal de Barcelona presidía la celebración con otros obispos del orbe. Seguí la primera parte de la Misa y después pasé una discreta cola para visitar el sepulcro y darle un abrazo al Apóstol. Terminado estos devotos actos, un empleado de la Catedral repartía una estampa de la imagen de Santiago, me pareció más amable y cordial que la que tenía en mis recuerdos, más hierática. Por dentro y por fuera están limpiando y restaurando el templo, quizás ya le pasó el turno a la imagen granítica del apóstol que resulta más favorecida; se le mira con más cariño, con más fervor, casi esboza una sonrisa.

Entorno a un tema importante, la tradición apostólica, hemos hecho un recorrido de la vida cristiana anclado en la amistad que aflora en el Camino de Santiago: amistad con Dios y amistad entre los hombres por amor a Dios. Qué importante es tener un esquema de vida cristiana para que después aparezca en nuestra actuación. Esquema que ilumine y nos lance a la acción segura y firme como la de los apóstoles. Precisamente, sobre las virtudes humanas y cristianas es el segundo tomo de homilías de San Josémaría Escrivá. Son dieciocho bajo el sugerente título, Amigos de Dios, y con el consiguiente contenido para encender el alma. Vayamos para adelante con decisión con la ayuda de Santiago Apóstol.