Enamorado de Jesucristo y de la Iglesia

En el fallecimiento de Javier Echevarría, prelado del Opus Dei.

La Nueva España Enamorado de Jesucristo y de la Iglesia (PDF)

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Con el fallecimiento de Mons. Javier Echevarría, prelado del Opus Dei y segundo sucesor de san Josemaría Escrivá, se nos ha marchado al cielo una de las personas que más años trabajó junto al fundador de la Obra. Fue su secretario desde 1953 hasta su muerte, en 1975. Cuando Álvaro del Portillo sucedió al fundador, Mons. Echevarría fue nombrado secretario general del Opus Dei y, en 1982, vicario general. En 1994, tras el fallecimiento del beato Álvaro, fue elegido prelado del Opus Dei y ordenado obispo por Juan Pablo II el 6 de enero de 1995, en la basílica de San Pedro.

Si tuviera que resumir sus 22 años al frente del Opus Dei, destacaría su fidelidad al carisma fundacional de san Josemaría y su adaptación a las circunstancias que en estos años el mundo ha vivido. Desde el principio de su ministerio como prelado, dio prioridad a la evangelización en los campos de la familia, la juventud y la cultura. Promovió el inicio estable de las actividades formativas de la prelatura en 16 países, entre otros, Rusia, Kazajistán, Sudáfrica, Indonesia y Sri Lanka, y viajó a los cinco continentes para impulsar la labor evangelizadora de los fieles y cooperadores del Opus Dei.

Alentó la puesta en marcha de numerosas iniciativas a favor de inmigrantes, enfermos y marginados. Seguía con especial atención varios centros de cuidados paliativos para enfermos terminales. Ha sido un hombre de su tiempo, interesado por las nuevas tecnologías y por los problemas del mundo contemporáneo.

Conocí de cerca a Monseñor Echevarría, y vivimos temporadas de trabajo juntos, desde su elección como prelado del Opus Dei el año 1994. Siempre me llamó la atención su extraordinario amor al Papa y a la Iglesia. Me parece que en ninguna de sus cartas pastorales, que escribió mensualmente con exquisita puntualidad, deja de hacerse eco de algunas palabras del Santo Padre y de pedir a sus lectores oración generosa por “el dulce Cristo en la tierra”.

También era notable su espíritu de servicio. Estaba atento a los detalles más pequeños de la convivencia familiar o laboral: pienso que esto lo heredó de San Josemaría. He sido testigo de sus numerosas muestras de cariño con sacerdotes diocesanos, religiosas y religiosos.

Fue un Pastor bueno, me atrevería a decir que santo, al que no dudo que la Iglesia y todos los cristianos debemos mucho; también personas alejadas de la fe. Precisamente bajo su mandato la prelatura desarrolló una ingente labor evangelizadora, entre otros lugares, en países del Sureste Asiático, en el Oriente Medio, y también en la vieja Europa del Este y en Rusia.

Quiero dejar constancia en estas líneas, además, de sus visitas a algunas ciudades de la circunscripción de la Prelatura, de la que Mons. Echevarría me nombró vicario hace escasamente tres meses: Valladolid, Burgos y Asturias. En Asturias estuvo del 4 al 6 de julio de 2008, invitado –junto con otros obispos durante ese año– por el entonces arzobispo de Oviedo, Mons. Carlos Osoro, en el marco de la celebración en la diócesis del Año Santo de la Cruz. En la homilía de la Eucaristía que tuvo lugar en la catedral el sábado 5 de julio, Mons. Echevarría, haciéndose eco del Papa Benedicto XVI, invitó a los fieles allí presentes a experimentar el encuentro personal con Jesucristo, sin reducir su figura a un simple personaje histórico. El amor a Jesucristo es, desde luego, una de las claves que ayudan a entender la vida del recién fallecido prelado del Opus Dei. Pienso que puede ser también parte de su testamento para los asturianos. Aprovecho estas líneas para agradecerle a don Jesús Sanz la condolencia y el cariño que me ha transmitido para todos los fieles y cooperadores de la Obra en Asturias, a la vez que pido sufragios por el eterno descanso de Mons. Echevarría, convencido como estoy, no obstante, de su santidad de vida.

Ignacio Aparisi Laporta, Vicario de la delegación del Opus Dei para Asturias