Entrevista a Dominique Le Tourneau, autor de “El Opus Dei. Informe sobre la realidad”

Ediciones Rialp acaba de editar “El Opus Dei. Informe sobre la realidad”, del sacerdote, canonista y escritor Dominique Le Tourneau (París, 1942).

El libro ha sido traducido a diez idiomas en trece países. El autor es Diplomado en Ciencias Económicas y pertenece al Opus Dei desde 1966. Juez en el tribunal eclesiástico de Champagne-Picardie, Le Tourneau ha escrito también “Le droit canonique”, “L'Église et l'État en France”, “Jean-Paul II” y "Les mots du christianisme. Catholicisme - Orthodoxie - Protestantisme".

Le Tourneau explica que ”este libro se inscribe en la famosa colección "Que sais-je?" (¿Qué sé yo?) concebida como una enciclopedia. Por tanto, mi propósito era dar a conocer el Opus Dei en todos sus aspectos, tanto sus orígenes y desarrollo, la personalidad de su fundador, los principales rasgos de su espíritu, la vida de los miembros, el aspecto jurídico de la institución, las labores apostólicas, el contenido de las obras de San Josemaría, la bibliografía, etc., todo destinado a informar, a nivel académico y con objetividad, sin partidismo ni polémica.

-¿Qué destacaría del mensaje de San Josemaría?

Lo más llamativo -que sigue siendo una novedad y al mismo tiempo causa de gran alegría para mucha gente- es la propuesta de la santidad en la vida ordinaria, el poner la santidad al alcance de todos, subrayando a la vez que Dios no hace distinciones entre la gente y que no hay más que una raza, la raza de los hijos de Dios, como afirma San Josemaría.

-Juan Pablo II lo definió como "el santo de lo ordinario", ¿puede radicar

ahí la actualidad de su mensaje?

Sin duda, y ello se desprende de lo que acabo de decir. Emblemática a este respecto es la homilía "La grandeza de la vida corriente". Ahí describe San Josemaría el programa de una vida cristiana coherente en medio de los quehaceres más variados de las personas que viven en el mundo, donde procuran santificar sus tareas para convertirlas en oración y en ocasión y medio de apostolado. Este modo de proceder, tan sencillo y lleno de naturalidad, recuerda mucho a los primeros cristianos.

-Usted cita en su libro al entonces cardenal Ratzinger hablando de virtud

heroica y disponibilidad a la actuación de Dios. ¿Hasta qué punto es clave

en la espiritualidad de San Josemaría la acción de la gracia de Dios, sin

perjuicio del esfuerzo humano?

Siempre he oído a San Josemaría subrayar la necesidad de la gracia de Dios para actuar rectamente, ya que, como decía, por nosotros no somos nada, no podemos nada, no tenemos nada. Pero somos hijos de Dios, y con Dios lo podemos todo. Era hacerse eco de la enseñanza de Jesucristo: "Sin mi, no podéis hacer nada" (Jn 15, 5).

A la vez, no podemos esperar todo de milagros que Dios no tenía por qué hacer si no hiciésemos todo lo posible para llevar a cabo nuestras tareas. O sea, San Josemaría repetía que tenemos que emplear los medios sobrenaturales como si no existieran los medios humanos, y los medios humanos como si no existieran los medios sobrenaturales. Esto supone sin duda la disponibilidad a la gracia divina, el deseo de conocer la Voluntad de Dios en cada momento y en cada acontecimiento, y el heroísmo en la práctica de todas las virtudes para amoldarse a esta Voluntad, para amarla de veras.

-¿Podría comentar tres conceptos: caridad, libertad y transparencia en el

Opus Dei?

En cuanto a la caridad, el propio modo de comportarse San Josemaría con los demás era todo un ejemplo. Jamás criticaba a nadie, era enormemente atento a los demás y olvidado de sí y, sobre todo, podía decir: "Yo no he tenido que aprender a perdonar porque Dios me ha enseñado a amar".

De la libertad, me limitaré a decir que fue un pregonero de la auténtica libertad, la que Dios nos ha ganado en la Cruz, la libertad de los hijos de Dios; y que defendía con fortaleza la libertad de todos pidiendo a la vez que se respetara la suya.

En contraste con la transparencia puede pensarse en los secretos. Muchas veces he oído al fundador del Opus Dei decir que tenía horror al secreto, y siempre insistía en una virtud esencial tanto en la vida espiritual como en la convivencia con los demás: la sinceridad. Si se ama a Dios y se procura buscar la santidad, no hay nada que esconder, la doblez está de más.