ernestocofino.org

Hace 15 años fallecía en Guatemala el doctor Ernesto Cofiño con fama de santidad. Para conocer más sobre la vida de este supernumerario del Opus Dei se ha creado la pagina web: ernestocofino.org

En esta nueva web podemos encontrar abundante información en textos e imágenes del Siervo de Dios Ernesto Cofiño, cuya apertura del proceso de Beatificación tuvo lugar en el año 2000. También destaca especialmente en esta web la sección de favores concedidos por el Doctor Cofiño a los que han acudido a su intercesión.

Para ver la página web Para ver un documental sobre la vida de Ernesto Cofiño "Un acercamiento al Doctor Cofiño" A continuación recogemos algunos textos de este supernumerario del Opus Dei, pronunciados el 16 de noviembre de 1979  con motivo de las Bodas de Oro de su profesión.

Profesión y vida son inseparables: al lado de actividades médico-profesionales y sociales, está la vida del hogar y salta impetuoso del corazón donde dormita, el recuerdo vivo de la esposa querida, Clemencia Samayoa, con quien la bendición de Dios nos uniera en 1933 y nos mantuviera en sólida y amorosa unión hasta 1963, cuando fue llevada a su morada de paz.

A ella debo –ya lo reconocí estando presente en la celebración de mis Bodas de Plata profesionales- lo que pude realizar. Ella fue aliento en los momentos difíciles; ánimo en los fracasos; alegría en el hogar que vinieran a colmar cinco hijos...

A ella mi tributo de invariable amor; me dejó cuando supo que estaba fuerte para seguir mi camino, un camino que –sucesos que ella conocía- había hecho luminoso y con clara visión de una meta.

Cierro la página y dejo encerrado entre sus hojas este pétalo de rosa que transciende aromas de amor...

(…) Tuve maestros excelentes, todos muy queridos viven en mi recuerdo, ocupando un lugar indiscutible de preferencia el Profesor Roberto Debré, quien nos dejara en fecha no lejana, cumplidos 96 años de una vida prodigiosa de trabajo en todos los campos de la pediatría, con amorosa predilección por la pediatría social.

Cuando declinaron sus fuerzas físicas, persistió su clarividente producción mental: de esa época son dos libros excelentes El Honor de vivir, relato de su carrera y venir al mundo, expresión de su respeto a la vida incipiente.

Le visité algunas veces, la última hará 5 0 7 años: solía llamarme mon petit-fills , mi nieto. Recuerdo el último almuerzo en su casa de calle de la Universidad, alrededor de un mesa redonda, el maestro y yo en tête a tête , degustando un plato que él sabía ser de mi agrado.

El 30 de marzo fue nombrado Miembro Honorario del Colegio de Médicos y Cirujanos de Guatemala. Aquel día hizo una especie de testamento profesional y espiritual, que tituló Un mensaje de un pediatra a sus colegas.

Realmente nos encontramos todos inmersos en un ambiente de sincera y cálida amistad, que convida a la confidencia, [a hablar de] aquellas cosas de las cuales se suele hablar tan sólo con los que están cerca del corazón.

Se ha comentado con detalle y con delicada complacencia, nacida precisamente de la amistad, lo que han sido mis actividades en los diversos campos durante este largo recorrer de 50 años.

El doctor Cofiño con su hijo

Es natural que haya quedado en el lugar discreto que le corresponde, algo que ha desempeñado en un momento dado una orientación nueva a mi vida.

Sucede con mucha frecuencia que en el correr de la vida —en nuestro diario e intenso caminar— vayamos levantando el polvo del camino; lo mismo sucede con los que nos rodean. Este polvo que se levanta se va depositando insensiblemente al cristal de la ventana que tiene por función mantener la claridad en nuestra vida interior.

Como el proceso es muy lento —podía decir imperceptible— es explicable que de momento no sea notoria su existencia y poco a poco va disminuyendo la luminosidad y nos va llevando a un estado de semi-tiniebla.

Con menos luz, las cosas que nos rodean se van haciendo menos aparentes, menos notorias. De este modo vamos perdiendo el sentido de las cosas que no están donde no deberían estar, que se nos esconden, que se disimulan; y es así como, por el acostumbramiento, ya no vemos los detalles.

En su consulta

Esto nos sucede cuando paulatinamente nos vamos desacostumbrando a notar en todas las cosas la presencia de Dios; de manera abstracta sabemos que está en alguna parte, y no es raro que vayamos posponiendo para mejor ocasión el relacionarnos con Él; de lo que sí podemos estar seguros es de que Dios no nos olvida ni un solo momento...

He leído repetidas veces un pensamiento de Monseñor Josemaría Escrivá de Balaguer —Fundador del Opus Dei— que ha tenido la fuerza de penetrar muy hondo en mí y abrir mi mente a la meditación. Dice así:

“La vocación enciende una luz que nos hace reconocer el sentido de nuestra existencia. Es convencerse, con el resplandor de la fe, del porqué de nuestra realidad terrena. Nuestra vida, la presente, la pasada y la que vendrá, cobra un relieve nuevo, una profundidad que antes no sospechábamos. Todos los sucesos y acontecimientos ocupan ahora su verdadero sitio: entendemos adónde quiere conducirnos el Señor, y nos sentimos como arrollados por ese encargo que se nos confía”.

Este pensamiento, a paladear con la mayor delicadeza para que se vaya infiltrando en nuestra intimidad, nos va llevando por nuevos derroteros...

Y se va destacando con cierta luminosidad un hecho que es esencial: por el hecho mismo de poseer una naturaleza humana —dotada de tantísimos privilegios— se nos va haciendo evidente que tenemos que haber venido al mundo con una especie de “instructivo” que nos lleve a tener la actuación que como seres humanos nos debe corresponder.

Así nos asomamos a intuir o a conocer a fondo lo que es la existencia de la Ley Moral Natural, y de su elemento de apreciación que es la conciencia, como una realidad bien trazada, que ya no es aquello en cierto modo antojadizo que usábamos para dar sentido a ciertos de nuestros actos.

Una de las aficiones del doctor Cofiño

Nos pasmamos de la riqueza que tenemos en valores cristianos auténticos, y vemos que hemos despreciado el oro puro a cambio de baratijas.

De esta manera, cada vez es más claro el hecho de que no cabe aducir o buscar contradicción entre la ciencia y la religión: ¿Cómo es posible que lo hayamos creído, cuando es tan evidente que el Autor de ambas tan sólo puede ser Dios?

Es entonces que vemos que lo que nos corresponde es buscar con afán a Dios en todas las actividades de nuestra vida, ponerlo en la intimidad y en la cumbre de ellas.

Pero ¿cómo ha podido suceder este cambio? Es posible que haya sido un amigo, un cristiano corriente tal vez, igual a ti, el que te descubrió este panorama de asombrosa profundidad que a veces es como si tuviéramos miedo de aceptar, espantados por lo que nos parece tan profundo e insondable...

Llevarnos al conocimiento —al amor— de estas realidades, fue la labor a la que dedicó (...) su vida el Fundador del Opus Dei, desde el 2 de octubre de 1928; labor que no ha cesado y que ha lanzado (...) a voleo la semilla espiritual.

¡Qué extraño pareció al mundo, en sus inicios, esta prédica, que afirmaba que todos los caminos de la tierra pueden ser divinos! ¡Qué hondo significado! ¡Y qué nuevo [resultaba] entonces el afirmar que la santificación —es decir, la relación con Dios— está al alcance de todos, cualquiera que sea su edad, su posición, su cultura, o su profesión u oficio...!

Para nosotros, los médicos en particular, se abren amplios horizontes. Nosotros vivimos inmersos en el dolor, los sufrimientos y la muerte; pero también vemos de cerca la recuperación, tan cercana de la resurrección.

Tenemos que admitir el privilegio de haber sido escogidos como instrumentos de Dios.

La familia Cofiño al completo

Es por ello que debemos tener una noción muy clara de la posición que nos toca asumir como médicos y defendernos contra aquellos que nos quieren hacer instrumentos de quién sabe qué vesánicas intenciones. Recordemos una frase orientadora del Profesor Jerôme Lejeune, Profesor de Genética Fundamental a la Sorbonne que dice: “Durante milenios la Medicina ha luchado por la vida y la salud, contra la enfermedad y la muerte. Toda inversión del orden de estos términos cambiaría enteramente la Medicina misma”.