Isidoro Zorzano

"La fundación del Opus Dei". Libro escrito por John F. Coverdale, en el que narra la historia del Opus Dei hasta 1943.

La primera persona que perseveraría en el Opus Dei, Isidoro Zorzano, no apareció hasta casi dos años después de la fundación. Zorzano había nacido en Argentina, aunque sus padres regresaron a España cuando tenía tres años. Fue compañero de Escrivá en el instituto de Logroño y había estudiado Ingeniería Industrial, uno de los títulos más prestigiosos y difíciles de alcanzar en esa época. Tras graduarse, trabajó durante una breve temporada para una compañía que construía piezas para ferrocarriles. En diciembre de 1928 entró en una compañía ferroviaria de Málaga. Además de su trabajo para el ferrocarril, Zorzano dio clases nocturnas de matemáticas y de electricidad en la Escuela de Comercio de esa ciudad.

Con el paso de los años, Zorzano y Escrivá se habían visto unas cuantas veces y habían mantenido un esporádico contacto epistolar, pero no un trato habitual. Poco después de la fundación del Opus Dei, Escrivá comenzó a rezar más por Zorzano, como posible vocación. En agosto de 1930, le envió una postal en la que le invitaba a verle en su siguiente viaje a Madrid, a la vez que le prometía: “Tengo cosas muy interesantes que contarte” [1] .

Cuando recibió la nota de Escrivá, Zorzano pasaba por una crisis espiritual. Le iba bien en lo profesional, pero se sentía insatisfecho. Se descubrió pensando con frecuencia que Dios quería de él una entrega completa. En su mente eso sólo podía significar una cosa: entrar en una orden religiosa. Sin embargo, amaba su profesión y le parecía inconcebible que Dios le pidiera dejarla. Deseaba armonizar su trabajo profesional con una completa dedicación a Dios, pero eso parecía imposible.

El 24 de agosto de 1930, fiesta de San Bartolomé, Zorzano se encontraba en Madrid por motivos profesionales. Aunque no se había citado con él, esperaba ver a Escrivá para averiguar qué eran esas “cosas muy interesantes” de las que le había hablado su amigo, y para ver si Escrivá le podía ayudar a resolver su crisis espiritual. Fue al Patronato de Enfermos, pero le dijeron que no estaba. Había acudido a visitar a José Romeo, quien, enfermo, guardaba cama.

En un escrito del día siguiente, Escrivá anotó: “Me sentí desasosegado –sin motivo— y me fui antes de la hora natural de marcharme, puesto que era muy razonable que hubiera esperado a que vinieran a su casa don Manuel y Colo. Poco antes de llegar al Patronato, en la calle de Nicasio Gallego, encontré a Zorzano. Al decirle que yo no estaba, salió de la Casa Apostólica, con intención de ir a Sol, pero una seguridad de encontrarme, me dijo, le hizo volver por Nicasio Gallego” [2] .

El mismo Escrivá normalmente no tomaba la calle Nicasio Gallego para regresar a casa, pero aquel día lo hizo y se encontraron. Apenas se saludaron Zorzano le dijo: “quiero entregarme a Dios, y no sé cómo ni dónde” [3] . Quedaron más tarde aquel día para charlar con calma. Aunque Escrivá no solía hablar con su director espiritual del apostolado del Opus Dei, en este caso le llamó por teléfono y le explicó lo sucedido: “Al preguntarle qué le parecía que debía hacer, me contestó: ¿qué ha de hacer? ¡Cogerlo!” [4] .

Después de hablar de las inquietudes y aspiraciones de Zorzano, Escrivá le explicó que hacía poco había fundado una obra cuyo objetivo era precisamente la santidad en medio del mundo. Zorzano respondió inmediatamente que eso era lo que estaba buscando. Esa misma tarde Zorzano dejó Madrid para visitar a su madre en el norte de España y luego volver a Málaga. Pocos días después en una carta a Escrivá decía: “Siento la necesidad de estar juntos y orientarme definitivamente, con tu ayuda, en la nueva era que abriste a mis ojos, y que era precisamente el ideal que yo me había forjado y que creía irrealizable por tratarse de aunar factores de diversos matices, he pensado sobre ello y cada día me parece más hermoso, es mí única ilusion cooperar en dicho ideal para llevar a feliz término nuestra causa” [5] .

Hasta 1936, el trabajo profesional de Zorzano le mantuvo en Málaga, así que una buena parte de su formación inicial en el Opus Dei se hizo por correo, y con algún viaje esporádico a Madrid. A pesar de sus deseos de servir a Dios, Zorzano no había recibido una educación religiosa profunda y no tenía la costumbre de dedicar mucho tiempo a la oración. Solía comulgar únicamente los domingos. Cuando iba de excursión con sus amigos, salían temprano de Málaga y oían Misa en el pueblo que fuera punto de partida de su viaje. Como en aquella época la Iglesia exigía para comulgar un ayuno total, también de agua, desde la medianoche anterior, eso significaba que Zorzano no comulgaba muchos domingos.

Al principio Zorzano sólo tenía una idea aproximada del espíritu del Opus Dei. No parece haber entendido del todo la idea del apostolado con amigos y compañeros a través del ejemplo y de la conversación personal. Al principio centró su dedicación a Dios en participar en organizaciones y actividades católicas. Se hizo miembro de los Caballeros del Pilar, se involucró en actividades sociales organizadas por grupos católicos, ayudó a la Casa del Niño Jesús y se incorporó al grupo de Acción Católica recién abierto en Malaga.

No contento con entrar en los grupos que ya existían, se dispuso a organizar una asociación de estudiantes católicos. En Málaga, como en el resto de España, la vida estudiantil estaba muy politizada. La principal organización estudiantil, la Federación de Estudiantes Españoles, era de izquierdas y anticatólica. Zorzano decidió organizar en Málaga una filial de la Federación de Estudiantes Católicos, que además de católica en su orientación era políticamente conservadora.

Dicha decisión le causaría algún problema. Zorzano, como no era estudiante, no podía ser miembro ni cargo en el grupo, pero en su asamblea constituyente fue nombrado presidente honorario. Cuando algunos de los estudiantes de la Escuela de Comercio donde daba clase se afiliaron a la Federación, miembros de la Federación de Estudiantes Españoles acusaron a Zorzano de favorecer injustamente en clase a los miembros del grupo católico. El director censuró oficialmente a Zorzano por activismo político y religioso en la escuela. Sin embargo, no aceptó su dimisión y a los pocos meses el incidente quedó prácticamente olvidado.

Desde el principio, Escrivá animó a Zorzano a construir, paulatinamente, una intensa vida interior de oración y sacrificio. En una carta fechada el 23 de noviembre de 1930 escribió: “Mira: Si hemos de ser lo que el Señor y nosotros deseamos, hemos de fundamentarnos bien, antes que nada, en la oración y en la expiación (sacrificio). Orar: nunca, repito, dejes la meditación, al levantarte; y ofrece cada día, como expiación, todas las molestias y sacrificios de la jornada” [6] . Paciente e insistentemente le urgía a frecuentar los sacramentos, y especialmente a recibir la comunión con mayor frecuencia, a diario si era posible. No le indicó a Zorzano que dejara las actividades de los diversos grupos a los que pertenecía, pero le ayudaba, poco a poco, a comprender que debían ocupar un lugar secundario, ya que debía centrarse en cultivar una vida de auténtica piedad y un apostolado más personal en el trabajo con amigos, compañeros y familiares.

[1] José Miguel Pero-Sanz. ISIDORO ZORZANO LEDESMA. Ediciones Palabra. Madrid, 1996 . p. 113

[2] Andrés Vázquez de Prada. Ob. cit. p. 447

[3] AGP, P01 1993 p. 1171

[4] Ibid. p. 1172

[5] Ibid. p. 1173

[6] José Miguel Pero-Sanz. Ob. cit . p. 120