La crisis financiera de DYA

"La fundación del Opus Dei". Libro escrito por John F. Coverdale, en el que narra la historia del Opus Dei hasta 1943.

Las universidades españolas llevaban tiempo siendo focos de intensa actividad política. En la tensa atmósfera del otoño de 1934, lo último que quería el gobierno era reunir a miles de estudiantes en Madrid, así que retrasó indefinidamente el comienzo del año académico. Mientras la universidad estuviera cerrada, no había ninguna esperanza de conseguir los residentes que DYA tanto necesitaba para pagar sus facturas.

DYA hizo todo lo que se podía hacer para reducir gastos. Al igual que con el primer piso, los miembros de la Obra, sus amigos y otros estudiantes se encargaron de pintar y ayudaron en las demás obras, necesarias para transformar esos apartamentos en residencia y academia. Universitarios que nunca habían pensado en coger el martillo o la brocha de pintura en sus propias casas se encontraron de pronto echando una mano en DYA. Cuando José María Hernández de Garnica, estudiante de ingeniería, visitó DYA por primera vez en otoño de 1934, se encontró con Escrivá y un grupo de universitarios en plena faena, acondicionando la mejor habitación de la casa para su próxima función de oratorio. Nada más presentárselo, Escrivá le dio un martillo y unos clavos y le encargó instalar un baldaquino en el techo para resguardar el lugar donde iría el altar.

Escrivá, Vallespín -quien se había graduado hacía poco en la Escuela de Arquitectura y era el director de la residencia- y otros miembros de la Obra dedicaban muchas horas a lavar platos, limpiar habitaciones y hacer camas. Eran tareas que probablemente no habían realizado antes, dado que en la sociedad en la que crecieron hasta las familias de clase media tenían una o más criadas y las tareas domésticas eran una función exclusivamente femenina.

A pesar de los recortes de gastos, en el mes de diciembre la situación económica era desesperada. Antes de celebrar la Misa el 6 de diciembre, fiesta de San Nicolás de Bari, conocido por solucionar problemas económicos, Escrivá se encaró con el santo para que resolviera la crisis financiera de DYA: “¡Si me sacas de esto, te nombro Intercesor!” Cuando abandonaba la sacristía se arrepintió y añadió: “Y si no me sacas, también” [1] .

En febrero de 1935 DYA tuvo que abandonar el apartamento del tercer piso y trasladar la academia al segundo junto a la residencia. Después de tanta oración, sacrificios y trabajo esto representaba un serio contratiempo para este grupo de jóvenes entusiastas que habían puesto todas sus fuerzas para sacar adelante esta actividad apostólica.

Escrivá les apremió a no desanimarse. “Crécete ante los obstáculos. La gracia del Señor no te ha de faltar: ‘inter medium montium pertransibunt aquae!’ -¡pasarás a través de los montes! ¿Qué importa que de momento hayas de recortar tu actividad si luego, como muelle que fue comprimido, llegarás sin comparación más lejos que nunca soñaste?” [2] . Los miembros de la Obra adoptaron esta interpretación optimista de los acontecimientos. En una carta Zorzano escribía: “Nos comprimimos ahora para (...) dar a su debido tiempo el gran salto” [3] .

[1] José Miguel Pero-Sanz. Ob. cit. p. 160

[2] Josemaría Escrivá de Balaguer. Ob. cit. n. 12

[3] José Miguel Pero-Sanz. Ob. cit. p. 160