A 5.020 kilómetros de casa, y como en casa

Entre Madrid y Líbano hay 5.020 kilómetros en coche. De Madrid partió Alex hace dos años para ayudar al desarrollo de la labor del Opus Dei en el país de los cedros mientras estudia la carrera. La televisión ha contado su historia de madrileño por el mundo, y aquí resumimos el background de lo que las cámaras no ven… del todo…

Alex, entre dos amigos de la Universidad.

Alex debe ser de los pocos madrileños que hace dos años decidió estudiar la carrera en el Líbano…

"Recuerdo muy bien el momento en que les dije a mis padres que me gustaría ir a vivir al Líbano. ¡Menudo susto que se llevaron al principio! A Europa sólo llegan las noticias malas de este país y eso hace que tengamos una imagen deformada de la realidad. Llevaron entonces a cabo una investigación exhaustiva de la situación en el Líbano y también de las universidades. Cuando vieron que, aunque no es el mejor país para vivir, tampoco es un mal sitio y contando con la gran confianza en Dios que siempre han tenido, me dieron luz verde para esta aventura. Además, en mi primer año estuvieron aquí unos días y eso les ayudó también a quedarse muy tranquilos".

El efecto que provoca un español en el Líbano para él es una oportunidad "para explicar lo que hago aquí y animar a muchos cristianos a quedarse

Estudia Ciencias Políticas "en una de las mejores universidades de Medio Oriente" y Filosofía a distancia por la Universidad de Navarra. Además, refuerza el inglés, el francés, aprende árabe y está descubriendo una nueva cultura.

Madrileño por el mundo

No hay más que verle en pantalla para saber que en dos años está en el Líbano como en su casa y contento, porque, "aunque no falten problemas en el día a día, tampoco faltan motivos para estar alegre. En estos años he aprendido a pasármelo muy bien con la gente de aquí". Todo eso se ve y se escucha en su aparición en Madrileños por el Mundo, un programa de la televisión autonómica de Madrid centrado, en esta ocasión, en el país de los cedros.

Pero Alex no se fue al Líbano de madrileño por el mundo. Hace dos años, con el visto bueno de sus padres, aterrizó allí para ayudar al desarrollo de la labor del Opus Dei. Era un destino delicado, pero él explica la realidad que palpa a diario:

"Aunque sigue habiendo bastantes problemas en las zonas fronterizas con Siria e Israel, en las ciudades en las que trabajamos las personas de la Obra la vida transcurre muy tranquila. Esto nos permite desarrollar la labor de catequesis y de formación sin problemas, y no sólo en Beirut, también en Byblos llevamos a cabo algunas actividades.

En las ciudades en las que trabajamos las personas de la Obra la vida transcurre muy tranquila. Esto nos permite desarrollar la labor de catequesis y de formación sin problemas, y no sólo en Beirut, también en Byblos

Además, el Líbano es un país muy abierto, por lo que no tienes problemas para hablar con cualquiera de tu fe. Es cierto que como la situación política es inestable, cualquier chispa podría producir una explosión, por lo que hay que rezar mucho por la paz aquí. Hace años se encomendó la paz en Líbano a la protección de Nuestra Señora de Harissa y hay una cierta seguridad de que Ella es la que ha frenado aquí los conflictos, una realidad que contrasta con lo que sucede en el resto del mundo árabe".

Un sábado con los chavales de la asociación juvenil en la que colabora.

Primer objetivo: aprender

En dos años, más allá de la carrera, Alex ha aprendido "un montón de cosas" de los libaneses. De su lista de descubrimientos, destaca su sentido de la religiosidad y su hospitalidad. Igualmente, le ha llamado la atención el afán por conocerse e interesarse por las cosas de los demás, "algo de lo que tenemos que aprender los europeos", y la implicación en tareas de voluntariado que se vive en la Universidad.

E pasado 2 de octubre, aniversario de la fundación de la Obra, "organizamos una Oktober Fest alemana a la que vino un sirio de Aleppo cuya familia está pasando ahora por una situación muy difícil, y Marwan, otro amigo mío musulmán que es de Qatar

Mientras que los libaneses, "que son muy cosmopolitas, en cuanto tienen oportunidad se marchan a estudiar o trabajar a Occidente", Alex ha hecho el camino inverso y eso "sorprende muchísimo". El efecto que provoca un español en el Líbano para él es una oportunidad "para explicar lo que hago aquí y animar a muchos cristianos a quedarse. Como dijo san Juan Pablo II, el Líbano no es sólo un país, sino que es misión. ¡Nosotros tenemos mucho que hacer aquí!".

En contra de lo que podría haberse encontrado en Madrid, Alex tiene amigos de "todo tipo de confesiones religiosas" con los que comparte aficiones e inquietudes con naturalidad.

En contra de lo que podría haberse encontrado en Madrid, Alex tiene amigos de "todo tipo de confesiones religiosas" con los que comparte aficiones e inquietudes con naturalidad. De Karim, musulmán, destaca "lo alegre que está siempre". Con otros musulmanes "intercambiamos experiencias de nuestras manera de vivir la religión y hacer oración". Con Munir, protestante… Y así hasta decenas de amigos de aquí, de allá…

Una ONU de razas, religiones y clases sociales

Aunque la mayoría de la gente que asiste al centro del Opus Dei en el que vive es cristiana y libanesa, aquello, en realidad, es "una ONU de razas, religiones y clases sociales". Sin ir más lejos, el pasado 2 de octubre, aniversario de la fundación de la Obra, "organizamos una Oktober Fest alemana a la que vino un sirio de Aleppo cuya familia está pasando ahora por una situación muy difícil, y Marwan, otro amigo mío musulmán que es de Qatar y con amplia ascendencia francesa". Araboparlantes y francoparlantes transitan por el centro "al que todos invitamos a nuestros amigos, sin importar cuál sea su procedencia o su religión. Eso hace que pasen por allí todo tipo de personas que, después, entablan amistad".

En la presentación a familias de Byblos del nuevo club juvenil que se pone en marcha en esa ciudad.

En la tele se le ve muy hecho al Líbano. Contento. Desde luego, en poco tiempo la experiencia está siendo muy rica y variada. Y por lo que se intuye en estas palabras, esa explosión de optimismo no es sólo fruto de tener una cámara delante.

Araboparlantes y francoparlantes transitan por el centro de la Obra "al que todos invitamos a nuestros amigos, sin importar cuál sea su procedencia o su religión"

Con realismo ("no faltan problemas", "la verdad es que se nota la diferencia"…), con optimismo (" a algunos compañeros de universidad les ha sorprendido mi alegría, y eso me da pie a transmitirles que es una consecuencia de mi visión cristiana de la vida"), y con ganas de aprender ("los libaneses me han enseñado un montón de cosas") y de ayudar ("¡Tenemos mucho que hacer!"). Así anda un aventurero joven, como los miles que deambulan entre universidades de todo el mundo, en esta ocasión, exportando la fe en este crisol histórico de comunidades cristianas y musulmanas.