"Siempre se puede volver a comenzar, aprender otras cosas y trabajar"

Tercera y última entrega del testimonio de Christian Kadjo, numeraria del Opus Dei de Abidjan, capital de Costa de Marfil, país francófono situado al oeste de África, donde los católicos suman el 12% de la población.

En Abobó-la-pelea

Tenemos varios proyectos que pusimos en marcha en 1990, como una escuela profesional de formación media para las chicas que quieren seguir estudiando. Está situada en uno de los lugares más poblados de Abidjan: Abobó, al que suelen llamar Abobó-la-pelea.

Eso significa que si quieres entrar en ese barrio tienes que pelear, porque allí hay mucha gente, hacinada en chabolas, viviendo  en condiciones muy precarias. Hemos escogido este sitio pensando en que las chicas que Abobó son las que mejor podían beneficiarse de nuestro proyecto.

Comenzamos en una casa pequeña, y sólo al cabo de 12 años pudimos construir un edificio, donde se encuentra ahora la sede  de la escuela. Intentamos obtener becas, porque muchas veces los padres no pueden costear los estudios de sus hijas allí, aunque la cantidad que deben abonar sea muy pequeña.

En  Costa de Marfil sufrimos las consecuencias de la guerra que estalló hace cuatro años, en el 2002, y seguimos en situación inestable. Tras la guerra, el país ha quedado dividido en dos partes: la del norte sigue ocupada por los rebeldes y la del sur es una zona libre. La gente se fue de una parte a otra huyendo de la violencia. Tuvieron que abandonar sus casas, sus coches, sus trabajos, todo, de la noche a la mañana, para venirse a la capital con lo puesto y nada más.

Los comentarios que hacen son edificantes, porque esta gente que lo ha perdido todo, dicen que Dios les ha dejado con lo más importante, que es la vida. “Y cuando se vive siempre se puede volver a comenzar, aprender otras cosas y trabajar”. Hemos conocido a muchas personas que han tenido que abandonar su casa y se han beneficiado de programas que hemos hecho específicamente para las mujeres que venían así, con sus hijos, sin nada.

Si se ayuda a estas mujeres a montar un pequeño comercio, vendiendo cosas en la calle, aunque sea con un precio muy pequeño, pueden ayudar al marido a sacar  adelante la familia.

Muchas de estas mujeres han hecho cursos de cocina, de repostería, de costura, etc., y desde 1990 han ido saliendo numerosas promociones de chicas que ayudan al sostenimiento de sus familias con los makís, unos barecitos instalados en el centro de la ciudad, cerca de las oficinas.  En ellos dan de comer a los trabajadores que no pueden regresar al medio día a sus casas, porque en este país las distancias son muy largas y no todo el mundo dispone de coche para ir a casa a comer. Tienen muchos clientes. No es que ganen mucho con esos makís , pero sí lo suficiente para mantener a la familia.

A consecuencia de la guerra muchas familias viven hacinadas en espacios reducido, quince personas o más, durmiendo donde pueden –en el suelo o bajo de una escalera- y comiendo sólo arroz. El arroz es lo más barato que se puede comprar en Adbijan; y con algo de arroz y un poco de  salsa, se quedan con algo en el estómago y digamos que se puede funcionar.

Hemos conseguido becas para muchas chicas que viven en esas condiciones y tenemos muchos patronos y patronas que nos ayudan a formar a estas niñas de trece, catorce o quince años. Si no, estarían en la calle sin saber qué hacer y realizando actividades inmorales, porque no tienen qué comer y no saben cómo sacar adelante a su familia.

Hemos comenzado con otros programas: uno de Hostelería, y otro de Ayudantes Técnicos Sanitarios, porque la Sanidad en nuestro país es también un campo prioritario, con problemas como el SIDA y diversas enfermedades tropicales. Las clínicas nos están pidiendo enfermeras bien formadas, tanto en el aspecto humano con el moral. Allí procuramos enseñarles a valorar la dignidad de cada enfermo como persona, sea cual sea su circunstancia y posición social.

También existe Ukasú, un centro de formación para mujeres en Yamoussoukro, que es la capital política del país, aunque no se hayan trasladado todavía allí muchas instituciones. Yamoussoukro esta situada en el centro del país desde el punto de vista geográfico y eso facilita que las personas que no puedan ir a Adbijan,  vayan allí.

El dispensario

Otra iniciativa es un dispensario que hemos puesto en marcha hace dos años en un pueblo situado a pocos kilómetros de Adbijan, que atiende a unos quince pueblos de alrededor. Acuden personas de la zona que no tienen dinero para ir a un hospital cercano, ni para pagar las medicinas. En el dispensario pagan una cantidad mínima, pero asequible, de forma que valoren el servicio que se les presta.

Vienen caminando desde sus casos, a veces con casos muy graves en los que ya no puede hacer mucho. Intentamos hacer lo que podemos. Ayudan al personal médico y farmacéutico algunas señoras y estudiantes marfileñas de forma voluntaria, que cuando se encuentran con casos graves, ayudan en la medida de sus posibilidades, pagándoles la consulta o los análisis en el hospital, por ejemplo.

Para la formación social

Hace poco hemos comenzado también con otro proyecto dirigido a mujeres profesionales, a las que se habla de los derechos humanos y de la mujer, porque existe bastante ignorancia en este campo, ya que la mujer africana no tiene las mismas oportunidades que los hombres e ignora sus derechos.

Comenzamos este proyecto en febrero y estamos formando a unas doscientas mujeres en grupos de cincuenta. Este proyecto tiene una gran demanda, porque son muchas las mujeres interesadas en estas cuestiones: legislación, derecho a la vida, derecho al empleo, derecho a la educación. Son factores que contribuyen positivamente al proceso de democratización de nuestro país, donde se vota a un diputado sin saber qué programa defiende.

En este proyecto se les dan criterios para conocer las leyes y poder valorarlas. ¿Qué programa defiende esta determinada persona? ¿Qué leyes desea promover? Así pueden actuar con mayor responsabilidad personal en la vida pública.