"Volvamos ininterrumpidamente los ojos a nuestra Madre"

Mons. Álvaro del Portillo escribe con motivo de la fiesta de la Asunción de la Virgen María: "pidamos que, como Ella, aspiremos sólo al premio eterno: el que Dios nos otorgará si nos mantenemos fieles en su servicio".

“Dentro de pocos días celebraremos, llenos de alegría, la gran fiesta de la Asunción de Nuestra Señora. Sus días en la tierra estuvieron empapados de naturalidad y humildad: siendo la criatura más excelsa, pasó oculta entre las mujeres de su tiempo. Amó y trabajó en silencio, sin llamar la atención de quienes la conocían, atenta sólo a captar los impulsos del Espíritu Santo y a satisfacer las necesidades de las almas.

A la vez, atraía tanto su comportamiento, suponía tan luminoso punto de referencia, que sus conciudadanos, para referirse al Maestro, repetían: ¿no es éste el artesano, el hijo de María? (Mc 6, 3). Ojalá también nuestro comportamiento haga la figura de Jesús familiar a los que nos acompañan.

Considerad qué premio ha concedido Dios a su excelsa Madre y Madre nuestra: la que a sí misma se llamó esclava del Señor (Lucas I, 38), es exaltada sobre todas las criaturas, celestiales y terrenas; la que se consideraba la más pequeña entre los pobres del Señor (Cfr. Lc 1, 48), se ve coronada como Reina y Señora de todo el universo.

(…) Volvamos ininterrumpidamente los ojos a nuestra Madre. Y pidamos que, como Ella, aspiremos sólo al premio eterno: el que Dios nos otorgará si nos mantenemos fieles en su servicio, una jornada y otra, sin mendigar aquí abajo ninguna gloria ni compensación humana.” (Carta, 1-VIII-1989, III, 41)