Carta del Prelado (5 abril 2017)

Carta de Mons. Fernando Ocáriz, del 5 de abril de 2017. Ante la cercanía de la Semana Santa, el Prelado recuerda la centralidad de Jesucristo en la vida del cristiano.

Queridísimos: ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!

Se acerca la Semana Santa. Procuremos vivir los próximos días con intensidad, de modo que siempre de nuevo podamos decir con San Pablo: mihi vivere Christus est!, ¡para mí vivir es Cristo! (cfr. Fil 1,21). El Señor no es para nosotros solo un ejemplo. Me viene a la memoria un comentario del Papa: «A mí siempre me llamó mucho la atención que el Papa Benedicto dijera que la fe no es una teoría, una filosofía, una idea: es un encuentro. Un encuentro con Jesús»[1]. Para nosotros vivir es Cristo. Y si, a veces, por debilidad, cansancio, o por tantas circunstancias de la vida, perdemos de vista esta realidad, Él siempre nos está esperando, e incluso se hace el encontradizo con los que no le buscan[2].

Leer el Evangelio con cariño nos ayuda a crecer en la amistad con Jesús, «de la que todo depende»[3]: a buscarle, encontrarle, tratarle, amarle[4]. Al contemplar la vida del Señor, Dios siempre nos sorprenderá con luces nuevas. Aunque a veces pueda parecer que esa lectura no deja huella, después vienen a los labios o al pensamiento las palabras de Jesús, sus reacciones y sus gestos, que iluminan las situaciones ordinarias o menos ordinarias de nuestra vida. Se trata –y es un don que pido al Señor para todos– de que respiremos con el Evangelio, con la Palabra de Dios. Para esto, nos ayudan tantos buenos comentarios sobre la Sagrada Escritura, en los escritos de san Josemaría, y también en muchos otros textos: vidas de Cristo, escritos de los Padres, etc.

El reciente Congreso general ha insistido en la centralidad de Jesucristo: nos ilusiona que en esta gran catequesis, que es la Obra, todo gire cada vez más en torno a su Persona[5]. Con ese deseo de meteros a fondo en el Evangelio, al dar charlas, clases, meditaciones, o al hablar de la vida cristiana con los amigos, transmitiréis con más luminosidad la gran noticia del amor de Dios por cada uno. Decía San Ambrosio: «Recoge el agua de Cristo (...). Llena de esta agua tu interior, para que tu tierra quede bien humedecida (...); y una vez lleno, regarás a los demás»[6]. Pido a Santa María que nos enseñe a guardar y ponderar en nuestro corazón, como Ella, todo lo que se refiere a Jesús (cfr. Lc 2,19), para que caminemos y ayudemos a los demás a caminar, cada uno donde Dios le llama, por caminos de contemplación.

Aunque aún está reciente la carta que os escribí recogiendo las conclusiones del Congreso general, quizá habréis echado en falta, el mes pasado, una carta del Padre. Tras considerarlo con calma y consultar a la Asesoría Central y al Consejo General, me ha parecido oportuno comunicarme con vosotros alternando cartas con mensajes más breves, que os haré llegar a través de la web de la Obra, ahora que internet es un medio más para estar unidos.

En la semana de Pascua haré un breve viaje pastoral a Irlanda: acompañadme con vuestra oración. Y no dejéis de rezar por los 31 fieles de la Prelatura que recibirán la ordenación sacerdotal el próximo día 29. Por último, quiero agradeceros la cercanía que me manifestáis con vuestras cartas y con vuestra oración. También la mía por vosotras y por vosotros os acompaña siempre.

Deseándoos una feliz Pascua de Resurrección, os bendice con todo cariño vuestro Padre,

Roma, 5 de abril de 2017


[1] Francisco, Homilía, 28-XI-2016.

[2] San Josemaría, Homilía “Sacerdote para la eternidad” (13-IV-1973), en Amar a la Iglesia, Palabra 1986, 69.

[3] Benedicto XVI, Jesús de Nazaret (I), 8.

[4] San Josemaría, Amigos de Dios, n. 300.

[5] Cfr. Carta, 14-II-2017, n. 8.

[6] San Ambrosio, Epístola 2, 4 (PL 16, 880).