“Dentro de una cárcel aprendes mucho”

Mª Luisa es granadina, diplomada en Trabajo Social y miembro del Opus Dei. Desde hace 15 años trabaja como funcionaria de prisiones en una cárcel común. De su trabajo dependen más de 100 mujeres.

- ¿Te ayuda la fe en tu trabajo diario?

La fe te ayuda a tener mucha esperanza, a ver las cosas en positivo. Llevo muchos años trabajando y, si contabilizara el número real de rehabilitados, me habría hundido. La fe te ayuda a pensar que aunque solo sea “uno” el que cambia de vida, ha merecido la pena. Porque no es ése solo el que ha aprovechado la oportunidad, sino que su decisión afectará a sus hijos, sus nietos, sus hermanos…No es “uno” el rehabilitado, es una pequeña parte de la sociedad la que se está beneficiando.

Trabajamos con lo más duro de la sociedad... pero aprendes muchas cosas. A mí, en concreto, me han enseñado a tener paciencia. También he aprendido a no tomar las cosas como una cuestión personal. Aprendes a ver que tú estás desarrollando un trabajo, una labor para la comunidad, y cuando a veces te dicen –que te dicen de todo- es porque se revuelven ante las normas, ante la educación, ante aquello que tú representas e intentas hacer prevalecer para el beneficio común. 

- ¿Influye en tu trabajo el hecho de que seas del Opus Dei?

Sí, influye, porque mi trabajo es mi trato con la gente. Trabajamos con persona que tienen posturas antagónicas. Intentas hacer lo oportuno, no lo más cómodo. Ante todo procuro ser justa, en la medida de mis posibilidades.

Y eso significa no tratar a todo el mundo igual, porque la justicia no es darles a todos lo mismo, sino esperar de cada uno según sus capacidades y circunstancias. Desde el punto de vista legal, todos gozan de los mismos derechos; pero es en el trato en donde intento equilibrar la balanza.

- ¿Cómo se traduce esto en el día a día?

Cada persona es un mundo, por eso intento tratar a cada una poniéndome a su altura, para que haya entendimiento. Esto supone un esfuerzo extra de adaptación.

Unas veces haces de madre; otras, de abogado, porque les arreglas papeles, otras veces, de maestro... aunque tu labor propiamente es de seguridad, participas en todo lo que es la vida de una persona. En muchas ocasiones, cuando tienen un problema recurren a ti porque  eres la persona más cercana.

Además, en el caso de las presas hay que tener en cuenta que la mujer no va sola; es su entorno, su familia, sus hijos, el marido, los padres... cuando están en conflicto, te buscan porque confían en ti y sienten que eres capaz de solucionarlo, o al menos eso esperan. Otras veces te conviertes en su paño de lágrimas... Cada persona es un mundo, por eso intento tratar a cada una poniéndome a su altura, para que haya entendimiento. Esto supone un esfuerzo extra de adaptación. 

El primer paso es reconvertir tu vocabulario al código que ellas entienden, en el que ellas se expresan. Cuando se trata de personas con un nivel cultural o educacional más elevado, entonces mantienes las distancias y te permites hablarles más técnicamente. Otras veces, debes limitarte a lo básico, para que te entiendan.

En definitiva, se trata de estar muy pendiente, conocerlas, hablar con ellas y sobre todo observar para poder prever antes de que se dé una situación complicada.

- En este trabajo, ¿hay espacio para Dios?

Hay espacio para Dios en medio de toda la gente. Alguna vez estoy rezando el Rosario y a mitad de un Avemaría, tengo que intervenir en una pelea, un niño que te pide un caramelo –porque hay algunos niños en la cárcel- y se lo doy... Mi horario es continuo, me paso todo el día allí, toda mi relación con Dios la tengo allí, al mismo tiempo que me relaciono con la gente. Se puede rezar y retomar el trato con Dios en cualquier momento, cuando vas de un sitio a otro...

- ¿A quién rezas cuando se presenta un momento conflictivo?

Aprendí de San Josemaría a recurrir a mi Ángel Custodio. Lo busco a menudo en mi vida pero especialmente en situaciones extremas de mi trabajo. Acudo a mi Custodio y al Espíritu Santo. San Josemaría, a través de sus escritos, de las películas que he visto, me enseñó a apoyarme en mi ángel y en el Espíritu Santo. Sobre todo para saber qué decir, para que me inspiren...

Una vez que me encomiendo voy muy tranquila, voy derecha... Cuando tratas con personas, no puedes decir: “Espérate, que tengo que pensarlo...” Si te preguntan, tienes que dar respuestas, y respuestas ya, y actuaciones en un momento... me encomiendo a los Ángeles de la Guarda para que, en lo que haga –que no sé muy bien qué voy a hacer hasta que lo hago - me inspiren.