Aun entre escombros, siempre alegres

Cuando la tierra tembló en Perú, Isabel Gameros se afanó por reunir a las 11 personas de su familia. Tras ayudar a los vecinos, de noche, decidieron rezar el rosario entre los escombros: "Porque Dios sabe más". Actualmente, esta promotora rural de Cañete lucha día a día por reconstruir su vida y la de otras familias del valle.

La familia Charún en pleno.

“Estoy bien, ningún ladrillo me cayó en la cabeza porque mi casa era de adobe,” comenta en su inocencia infantil, Rodrigo, de 7 años, uno de los 13 hijos de Isabel de Charún, promotora rural del Centro de Formación Profesional para la Mujer Condoray. Viuda desde febrero de este año, Isabel saca adelante a su familia, con fortaleza y coraje.

“Gracias a Dios y a San Josemaría estamos con vida y pudimos salir a tiempo de nuestra vivienda. Le pedimos ayuda con mucha fe y mi hija Diana, que estaba en la zona de más riesgo, pudo escapar; poco a poco, fueron saliendo los once que viven conmigo, sanos y salvos. Benjamín jugaba con su amigo Nachito y llegó corriendo a mi lado”, agrega.

El Centro de Formación profesional para la Mujer Condoray está atendiendo a 890 familias que han sido afectadas por el terremoto. Quienes deseen colaborar con esta cruzada de solidaridad pueden obtener información en la web de Condoray (abajo).

La fuerza del terremoto hizo que se desplomara gran parte de la casa y la otra quedó tan averiada que tuvieron que derrumbarla. Hoy en lo que era la fachada existe un gran plástico azul para proteger la propiedad. “Sólo tenemos un ambiente pequeño, pero estamos con vida y a ninguno de mis hijos les ha ocurrido nada; tenemos muchos motivos de agradecimiento a Dios”.

Isabel recuerda: “esa noche nos quedamos en la calle con los vecinos rezando el Santo Rosario a nuestra Madre del Amor Hermoso, Patrona de Cañete, muy unidos y convencidos de su cariño maternal. Es uno de los grandes regalos que nos hizo San Josemarìa y estamos seguros que protegió este valle bendito. Durante varios días sucedieron temblores fuertes, la ciudad se llenó de tierra -debieron tumbar casas- y mucha gente se quedó sin vivienda. Era el momento de dar consuelo, esperanza y un poquito de alegría a los demás”.

El ejército de los Charún era inconfundible: un grupo alegre, con máscaras protectoras, palas y carretillas, sacando el abundante desmonte de su casa caída, de sol a sol. “La gente nos preguntaba y ¿cómo van a hacer? ¿Cómo están tan tranquilos? Les contestábamos que Dios sabe más y no nos abandona”, cuenta Odalis, una de las hijas mayores de Isabel.

SUEÑOS E ILUSIONES

"San Josemaría me enseñó a vivir siempre alegre, a encontrar a Dios en todas las circunstancias, ofreciéndole no solamente lo bueno sino las cosas que de repente para mí podían ser un problema".

Odalis tenía un carrito con el que se ganaba la vida vendiendo panes rellenos y bebidas a los camioneros que transitan por la vecina carretera Panamericana Sur. Soñaba con poner una juguería en su misma casa para ayudar a su familia, pero hoy ese proyecto tendrá que esperar.

Todos a una, los Charún sacan adelante las tareas del hogar y tienen un encargo según su edad. Se reúnen en las noches y cuentan los pequeños sucesos del colegio o de su mundo infantil.

Isabel continúa: “Mi familia es sencilla. Tenemos pocos medios económicos, pero somos muy unidos, hoy más que nunca. También tengo hijos mayores que ya trabajan y aportan para educar a los más pequeños. Mi esposo José era albañil y falleció en febrero pasado, dejando un vacío muy grande en nuestro hogar.”

EN LAS MANOS DE DIOS

“San Josemaría me enseñó a vivir siempre alegre, a encontrar a Dios en todas las circunstancias, ofreciéndole no solamente lo bueno sino las cosas que de repente para mí podían ser un problema. Hoy, en estos momentos difíciles amamos su santa Voluntad y nos ponemos en sus manos”, expresa Isabel.

“Vivir para los demás, es lo que manda la solidaridad cristiana. Nadie puede estar dispensado de este deber ni siquiera el más pobre. Debemos compartir lo poco que tenemos con otros. Sé del caso de una joven de Mala, hija de campesinos muy pobres, que mandó un kilo de papas para los damnificados, aunque le hacía falta ese alimento. También me han conmovido los gestos de tantas personas que han tocado la puerta para ayudarnos aunque casi no nos conocían y nos traía una bolsita con víveres. Hasta de un camión que pasaba nos regalaron unas mantas. Como somos una familia numerosa y hay muchos niños...”

PROMOTORA RURAL, AL SERVICIO DE LOS PUEBLOS

Isabel hace compatible la atención a su familia con su labor de promotora rural de Condoray, obra corporativa del Opus Dei, cuya misión principal es lograr la promoción humana, social y espiritual de la mujer campesina del Valle de Cañete.

"Allí descubrí que podía ayudar a otras mujeres a mejorar y desde los 19 años me convertí en promotora rural. Lo que aprendo lo transmito en los pueblos: le hablo a cada una y les enseño a amar el trabajo, a ser generosas, alegres, a que superen las dificultades. En la vida hay muchas circunstancias difíciles y no podemos derrumbarnos".

Quitando escombros de la casa

La promotora es una persona que busca el desarrollo de otras mujeres y trata de ayudarlas a que salgan adelante, adquieran mejores hábitos, más educación. "Ayudamos a que la gente solucione sus problemas y dé un paso adelante". En el terremoto han ido a visitar a las familias, a darles compañía, a impulsarlas a organizarse y han apoyado el trabajo de Condoray para ayudar a casi 800 damnificados.

Isabel nos resume su proyecto de vida como madre de familia cristiana y promotora rural: “Durante todos estos años el ejemplo de San Josemaría ha sido guía para mi hogar y trabajo. He comprendido que lo de todos los días se puede santificar y podemos escribir con nuestra existencia ordinaria, una bonita historia de amor a Dios.”

El Centro de Formación profesional para la Mujer Condoray está atendiendo a 890 familias que han sido afectadas por el terremoto. Quienes deseen colaborar con esta cruzada de solidaridad pueden obtener información en www.condoray.edu.pe/ayuda/ini.htm