Historia de la obra de san Miguel

La obra de San Miguel está formada por hombres y mujeres que han recibido la llamada de Dios al celibato y a vivir su vocación cristiana en el Opus Dei. En este podcast, José Luis González Gullón explica cómo se conformó la obra de San Miguel, la formación que reciben y su papel dentro del Opus Dei.

La obra de San Miguel está formada por hombres y mujeres que han sentido la llamada de Dios al celibato y a vivir su vocación cristiana en el Opus Dei. 

Durante los primeros años de vida de la institución, Josemaría Escrivá fue viendo la manera más adecuada para que cada uno pudiera cumplir con su vocación de acuerdo a la situación personal, profesional y familiar.

El historiador José Luis González Gullón explica cómo se conformó la obra de San Miguel, la formación que reciben y su papel dentro del Opus Dei.


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La historia de la obra de San Miguel es la historia de personas que, sintiendo la llamada de Dios al celibato, han vivido y viven su vocación cristiana en el Opus Dei. Cuando en 1928 san Josemaría vio la Obra, entendió que estaba llamado a difundir una vocación cristiana para que cada persona se una a Jesucristo allí donde vive, trabaja o está. Desde el principio, buscó algunos hombres y mujeres que le siguieran haciendo suyo este mensaje cristiano y después lo difundieran a los demás.

En los primeros 20 años, formó un grupo de personas, hombres y mujeres, que tenían vocación al celibato. Después abrió la Obra y la entrega a Dios en el Opus Dei a todo tipo de personas, casadas o sin compromiso de celibato. Hizo esta estrategia inicial para tener un grupo que hubiera sido formado y estuviera disponible para ser enviado a todas partes, a todos los lugares del mundo.

Los buscó uno a uno en la dirección espiritual. Un caso es el de Ricardo Fernández Vallespín, un joven que en 1933 estaba acabando la Escuela de Arquitectura en Madrid. Fue el propio Fundador quien fue a encontrarlo en su casa. A partir de ahí nació un acompañamiento espiritual y después de hablar un rato, san Josemaría tomó un libro sobre la Pasión de Jesucristo y escribió unas líneas en la primera página de ese libro, a modo de dedicatoria, para aquel joven y le puso: «Que busques a Cristo, que encuentres a Cristo, que ames a Cristo». Contaba años más tarde, Ricardo Fernández Vallespín, que a partir de ese momento tuvo la inquietud de que Dios, Jesucristo, le llamaba a seguir a aquel sacerdote. Unos meses después de los primeros encuentros le pidió al Fundador estar con él en la Obra, sintiendo además la llamada al celibato.

El Fundador hizo desde el principio, también, reuniones periódicas con esos jóvenes. Primero eran hombres, después hubo un grupo de mujeres, que le seguían con vocación de celibato en la Obra. En el año 1935 formó lo que llamó el Consejo de la Obra, la primera reunión de hombres que la ayudaban en el gobierno, es decir, en la coordinación de actividades del Opus Dei. San Josemaría tuvo una doble preocupación.

La primera preocupación era fortalecer la propia vida cristiana de cada uno, como posteriormente hizo con los demás miembros de la Obra, es decir, con las personas casadas. Es decir, que cada uno hiciera suyo, entendiera y viviera personalmente el espíritu del Opus Dei. La segunda preocupación era que cada uno de ellos fuera formador de los demás, es decir, que cada uno adquiriera la capacitación suficiente para luego explicar el mensaje del espíritu del Opus Dei a otras personas.

De este modo, ya desde los años 40, con el nombre de numerarios surgieron las personas en el Opus Dei que, con vocación de celibato, sostienen a la Obra como familia y también sostienen la formación de los demás. El modo de concebir el celibato de los numerarios en el Opus Dei se puede explicar y entenderlo como una llamada, una vocación profesional. Los numerarios dedican parte o todo su tiempo a sostener al Opus Dei en particular, creando familia, haciendo familia en la Obra y dando formación, explicando el espíritu del Opus Dei y la vida cristiana a los miembros de la Obra y a todo tipo de personas. También hay unos pocos numerarios, que son la minoría, que tienen tareas propias de gobierno, es decir, de la dirección del Opus Dei a nivel central para todo el mundo o a nivel regional para algunos países.

La incorporación de agregados, agregadas y numerarias auxiliares

Mientras san Josemaría desarrollaba la Obra poco a poco, llegó la Guerra Civil española, lo que provocó un parón necesario de tres años. Después de que en 1939 acaba la guerra, en los años 40, continuó recibiendo solamente hombres y mujeres con vocación de celibato hasta 1947. Fue entonces cuando surgió una modalidad vocacional en la Obra que no estaba prevista al inicio. Algunos jóvenes manifestaron que se sentían llamados al celibato por parte de Dios y, al mismo tiempo, por sus circunstancias no se sentían llamados a vivir todas las circunstancias que se daban en la modalidad vocacional del numerario. Es decir, un numerario, además del celibato, sostenía la Obra como familia y desde el punto de vista formativo, vivían en centros, en casas, que eran precisamente lugares de acogida de los demás miembros y de los cooperadores y amigos. Generalmente realizaban una carrera universitaria que les capacitaba precisamente para tener una facilidad de difusión del mensaje a todo tipo de personas, de todo tipo de estratos sociales.

En cambio, había personas que se veían con vocación de celibato y que, por ejemplo, no habían ido a la universidad. Un caso simpático fue el de Fernando Linares, un hombre que vivía en Barcelona y trabajaba como empleado de una tienda y, al mismo tiempo, era cantante lírico en los coros de la Ópera de Barcelona. Se entusiasmó con el Opus Dei e iba por el centro de la Obra que estaba allí, El Palau, pero le dijeron que, en aquel momento, los miembros de la Obra eran solamente numerarios y que realizaban una carrera universitaria. Como Linares deseaba ser del Opus Dei, se apuntó a la carrera de Derecho y empezó sus estudios. Cuando san Josemaría se enteró de que había matriculado en Derecho, dijo que era una barbaridad y que no hacía falta que tuviera una carrera universitaria si se sentía llamado con vocación al celibato.

A partir de ese momento, san Josemaría contempló que la realidad de la vocación al celibato del Opus Dei tenía que estar abierta a todo tipo de realidades, profesiones y de posibilidades. Otro caso fue el de una mujer de Bilbao, una de las primeras agregadas, se llamaba Modesta Lejarda y por entonces tenía 25 años. Ella vivía con sus padres y entendía que su vocación era seguir con sus padres. Ella cuando le dijeron que adelante para ser agregada, dijo que le quedó muy claro que era una entrega a Dios para vivir en su casa con sus padres y trabajar donde estaba. Es decir, no iba a cambiar de sitio, ni trabajo, ni vivienda. La modalidad vocacional de los agregados hizo posible que el celibato se abriera a todo tipo de profesiones y estratos sociales, y que fuera más allá de la modalidad vocacional más específica del numerario.

Otra modalidad vocacional al Opus Dei que nació en los años 40 es la de las numerarias auxiliares. Hasta ese momento había solamente numerarias y poco después comenzaron los agregados. A la vez había personas que trabajaban en el servicio doméstico, en el cuidado de las personas, en las residencias de la Obra. El fundador entendió que era tan importante crear familia, hacer familia en el Opus Dei, que ahí estaba surgiendo una modalidad vocacional, que ha quedado en la Obra como la realidad de mujeres que comienza a hacer familia en el Opus Dei. Mujeres que tienen una capacitación profesional, habitualmente en el ámbito de la hotelería y que cuidan de cada persona con corazón materno en los centros de la Obra, y con una vocación de celibato.

La primera de estas mujeres fue Dora del Hoyo, quien trabajaba en la residencia de Bilbao, la residencia Abando, en la zona de la administración y servicio de los residentes. Cuando ella pidió la admisión, habló con su amiga Concepción Andrés, quien también estaba trabajando en la administración. Ella decía que Dora era una mujer de pocas palabras. Se acercó a mí y me dijo: «Yo he hecho todo lo que tenía que hacer». Es decir, había solicitado la admisión en la Obra como numeraria auxiliar. Concepción relata que se fue a la portería, donde estaba atendiendo unos encargos que venían a traer o llevar cosas de la residencia. Allí mismo, como Dios me dio a entender, escribí una carta al Padre pidiéndole la admisión como numeraria auxiliar. Después, corrí a la directora, que se iba a Madrid, y le dije: «Le dejo esta carta para que se la lleve al Padre». Ella comentó: «Si sirve la carta, es que sirvo yo para la vocación. Y si no sirve la carta, es que yo tampoco sirvo». Efectivamente, el Fundador recibió tanto la petición de admisión de Dora del Hoyo como la de Concepción Andrés y comentó que había sido el mejor regalo que había tenido en aquel año de 1946.

La batalla de la formación

En los años 50 el fundador del Opus Dei tenía toda la modalidad vocacional, tanto de celibato como de matrimonio o sin compromiso de celibato, los supernumerarios. Es decir, quienes vivían la vocación al celibatos eran numerarios y numerarias, numerarias auxiliares, agregados y agregadas; y los que no tenían compromiso de celibato, eran en su mayoría personas casadas, los supernumerarios y supernumerarias. Además, había muchas personas cerca del Opus Dei, tanto en la obra de San Rafael como los cooperadores de la obra de San Gabriel.

En ese momento, comenzó lo que después llamaría con un símil castrense "la batalla de la formación". Es decir, establecer todo un sistema para que unas personas a otras en el Opus Dei explicaran su mensaje. Era una especie de transmisión del espíritu del Opus Dei de un modo ya arreglado y adaptado a las circunstancias de cada persona. Comenzó primero con los numerarios con la creación de los llamados Centros de Estudios, tanto interregionales como regionales. Los Centros de Estudios eran lugares en los que, durante dos o tres años, los numerarios recibían una formación más intensa en el espíritu del Opus Dei y también en la doctrina y la vida cristiana. De este modo, se capacitaban mejor para las tareas de dirección, coordinación y actividades del Opus Dei en todo el mundo.

El primer Centro de Estudios Interregional estuvo en Madrid, y a partir del año 1948, el fundador lo erigió en Roma, llamándolo Colegio Romano de la Santa Cruz. Allí acudían y siguen acudiendo numerarios de todo el mundo que reciben una formación específica en el espíritu del Opus Dei, de labios del propio Fundador y después de sus sucesores. Además, muchos de ellos estudian en la Universidades Pontificias. Hoy muchos de ellos estudian en la Universidad Pontifica de la Santa Cruz, que es obra corporativa del Opus Dei.

Javier Echevarría, sucesor del Fundador, contó que en 1951 estaban en una tertulia y san Josemaría les dijo: «Aquí estáis en el Colegio Romano para volar alto, para volar como las águilas. ¿Y sabéis cuáles son las dos alas que os da el Colegio Romano? Pues un ala es el trato con Dios, la santidad y el deseo de ser santos. Y la otra es la formación académica, es aplicar vuestra inteligencia para conocer a Dios, y así lo amaréis mejor y también lo explicaremos mejor a los demás».

El Colegio Romano de la Santa Cruz está destinado a la formación de varones y el Colegio Romano de Santa María erigido en 1953, en Roma, para dar formación a mujeres de la Obra que difundirían después el espíritu cristiano y el mensaje del Opus Dei por todo el mundo. En el caso de las mujeres, en los años 60, el Fundador erigió un Instituto de Pedagogía que daba un grado académico universitario a todas las numerarias que iban al Colegio Romano. De este modo, se aseguraba de que también recibieran un grado superior que las capacitara mejor para desempeñar tareas de gobierno, formación y cuidado de las personas en el Opus Dei.

Cuando murió san Josemaría, había llamado al sacerdocio a 692 hijos suyos. Y hoy, los sacerdotes que son numerarios o agregados de la Prelatura son algo menos de 2.000.

Junto con los Centros de Estudios Regionales, que se crearon en cada circunscripción de la Obra, los directores regionales pusieron en marcha un curso o centro de estudios para explicar el mensaje de la Obra a los numerarios que pasaban por estos centros durante dos años. Para los agregados y las numerarias auxiliares se crearon centros de estudios similares, como los Cursos de Estudios Regionales, donde se enseñaba filosofía, teología y el espíritu del Opus Dei adaptado a las circunstancias de cada persona. De este modo, ya a partir de los años 50 y con posterioridad, el Fundador tuvo personas bien capacitadas y disponibles para extender el Opus Dei por todas partes.

Difusores del espíritu del Opus Dei

Desde el principio, tanto los numerarios como las numerarias auxiliares se desplazaron a numerosos países con el deseo de difundir el Opus Dei. En muchos casos, tuvieron que aprender un nuevo idioma, costumbres y modos de vida propios de los católicos de cada país.

De este modo, se ha hecho realidad la difusión de la Obra por todo el mundo. Comenzó con aquellos que tenían una vocación al celibato como numerarios, personas que sostienen a la Obra desde el punto de vista formativo y de hacer familia, y se apoyó en los agregados, hombres y mujeres con vocación de celibato que trabajan y viven en todas partes. La vocación al celibato de agregado sigue siendo una riqueza en el Opus Dei, así como la vocación de numeraria auxiliar en la capacitación profesional del cuidado de cada persona con un corazón materno.

De este modo, gracias a la obra de San Miguel, se hace posible el desarrollo de la obra de San Rafael, entre la gente joven, y la obra San Gabriel, formada por personas sin compromiso al celibato, hombres y mujeres en su mayoría casados, que provienen de diferentes realidades sociales. La obra de San Miguel era, para el fundador de la Obra, contemplar lo que es un padre y una madre en una familia, aquellos que sostienen la familia y permiten comenzar a formarla, dando fruto de su paternidad y maternidad en este caso espiritual a todo tipo de personas.