Donde Dios llora con esperanza: el congelador de historias

«Durante los últimos meses, mi trabajo me ha llevado al Amazonas en Brasil y al Lago Turkana en Kenia buscando retratar la condición humana con mi cámara, más allá de su raza, religión o creencias. Lo primero, las personas», señala el fotoperiodista Ismael Martínez.

Una chica recibe clases particulares en Abidjan (Costa de Marfil). Harambee Africa International.

Soy fotoperiodista. Busco una historia detrás de cada disparo, una persona detrás de la historia y una esperanza detrás de la vida.

Intento retratar fotográficamente la condición humana en Brasil, España o Kenia.

Para el 80 por ciento de la humanidad, la vida es una lotería donde Dios parece haber repartido los boletos entre los mismos ganadores... Ante tal panorama, la pregunta puede ser bien sencilla: ¿qué hubiera pasado si yo (andaluz) hubiera nacido quince kilómetros más abajo del estrecho de Gibraltar en una religión y cultura distinta? ¿Cómo y hasta dónde influye un país y una familia en nosotros?

Ismael, autor del reportaje y fotoperiodista, con un amigo en Uganda.

“Construyo mi vida con la biografía de los demás”, señala el conocido fotógrafo Richard Avedon. Yo busco la humanidad en las personas a las que retrato, sin importarme raza, religión o creencias. Lo primero, las personas; después las ideas.

Así que mi trabajo es sencillo: intento contar historias con la fotografía como cualquier fotoperiodista. Me dedico a la comunicación corporativa. Por ejemplo, transformo en imágenes la identidad corporativa de entidades educativas, sociales o económicas, ya sean universidades, ONGs o escuelas de negocios.

La fotografía es memoria e identidad, e intento buscar estos dos aspectos documentando a personas e instituciones que desean mejorar su comunicación pública. No se trata de hacer fotos sin más, sino de reflejar verazmente a personas y entidades según sus rasgos propios. A veces imágenes de historias en el fotoperiodismo, otras veces, fotografías corporativas.

“Belleza. Así yo era, así serás”. Joven cuidando a personas necesitadas en Santo Domingo (República Dominicana). Flickr: Opus Dei.

Durante los últimos meses, mi trabajo me ha llevado al Amazonas en Brasil y al Lago Turkana en Kenia. En ambos países he trabajado para Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN), fundación vaticana que ayuda económicamente a iniciativas de diferentes instituciones de la Iglesia Católica. A veces es un campo de refugiados, otras veces es una clínica con enfermos de sida. Lugares donde descubro historias que me acercan a la muerte… pero donde realmente entiendo mejor la vida. Tal vez, para responder a la pregunta de Heidegger: ‘¿por qué soy algo y no más bien la nada?’ ¿Soy algo entre dos nadas? En fin, espero que estas historias te sirvan para entender mejor algunas de esas imágenes y un cierto sentido de la vida… con esperanza. Muchas gracias y buen provecho.


El congelador de historias con esperanza. Cinco escenas donde Dios llora en el mundo…

1. Donde Dios llora / 2. De vivos y muertos / 3. Busco gente humana, no gente perfecta / 4. Hasta el rabo, todo es toro / 5. El cariño, pasaporte de la vida con el papa Francisco y don Javier Echevarria


Un hombre descansa sobre unos motores radiales en el aeropuerto de Lodwar (Kenia)

1. Donde Dios llora.

“Abandonad toda esperanza los que entráis a las puertas del infierno” (La divina comedia, Dante).

Marzo 2017. En Brasil me persigue Dante y Pablo de Tarso: “Muerte, ¿dónde está tu victoria?” En las periferias que rodean la ciudad de Sao Paulo hombres y mujeres parecen sucumbir a las tentaciones. Y sin embargo, un grupo de exdrogadictos intentan alcanzar la orilla de la normalidad escapando de la victoria de la muerte. Viven en Fazenda de la Esperanza, un centro pionero para extoxicómanos. Allí las personas se rehabilitan mediante convivencia, trabajo y asesoramiento espiritual. Fazenda de la Esperanza fue iniciada en 1983 por Fray Hans Stapel, un sacerdote franciscano alemán, en Guaratinguetá (Brasil) para rehabilitar a drogadictos. En el año 2007, este primer centro fue visitado por el Papa Benedicto XVI en su visita a Brasil. Fray Hans ha creado un total de 112 Fazenda de la Esperanza por todo el mundo (Angola, Rusia, Alemania, Argentina, Sudáfrica, Mozambique…). Este año 2017 abrirá otras diez nuevas fazendas en los cinco continentes.

—Cuando un drogadicto ‘toca fondo’ y decide ‘salir del agujero’ lo llamamos ‘el grito’ del Evangelio: “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?” Es el grito de la desesperación del sufriente. En ese momento, muchos deciden venir a la fazenda libremente..., me dice Daniel, un joven optimista, que acompaña a Rafael, toxicómano.

—Ojo, hay un matiz. Tienes que entender que la drogas no son el origen. Las drogas son la consecuencia de un drama afectivo, familiar o sexual surgido en el pasado que hay que purificar... Entonces Daniel calla y mira a Rafael para que hable. Una hora más tarde Rafael cuenta su relato afablemente en los arrabales de la oscuridad. Con niki, zapatillas y jeans azules nada delata aparentemente su biografía. Tiene pinta de no haber roto un plato en su vida y podría pasar externamente por el perfecto cuñado que toda suegra desea para su hija: un chico tranquilo, amable y afectuoso.

Aquí las apariencias, ahora su vida interior:

Familia en los arrabales de Juina (Brasil).

“Mis papás eran primos lejanos y se conocieron una noche al calor de una hoguera en Portoalegre. Cuando mi tío conoció que mi madre estaba embarazada, intentó atravesar su vientre con el cuchillo.

—Este niño es mío, dijo ella, una chica bonita de ojos verdes y cabellos rubios de 16 años.

Sin embargo, desde que nací, mi madre nunca me dio su bendición. Yo era un aborto viviente y me abandonó con mi abuela. Cuando yo tenía seis años, aquella mujer, mi madre, regresó a casa…

—Rafael eres inservible. Voy al baño y vas a recoger la suciedad que dejé… ¿te enteras?, me decía. Ella insistía: ¿Rafael has limpiado ya mi baño? Normalmente obedecía para evitar represalias y castigos…

Los chicos del barrio me llamaban “estropicio” y las continuas humillaciones me dejaron sin amigos. En la escuela Paulo se encargaba de hacerme la vida imposible. Cada mañana me zarandeaba cuando pasaba por la puerta de su clase.

—¿A donde vas estropicio? ¿Qué haces mirándome? Tú madre es una mala mujer y tú vas por el mismo camino...

En el 2006, harto de humillaciones, huí de casa. Mi madre no puso interés en buscarme y solo mi abuela —cuando conoció donde vivía— vino a recogerme para regresar al hogar. Yo moví la cabeza tozudamente. Me negué. Mi abuela, observadora de mis heridas se convenció del dolor y la rabia interior.

—No viviré más con esa mujer, le dije.

Así que con 12 años, empecé a trabajar en las calles de Portoalegre vendiendo DVD para la mafia. Pequeños narcotraficantes me alojaban en pisos. Allí, los billetes y las monedas se juntaban tan rápidos como fácilmente los despilfarraba entre alcohol y otros vicios. Sin más limites por la vida comencé a tomar cocaína con 13 años. Cada día, cada mañana tomaba 10 gramos para ir “entusiasmado” a la venta de los DVD. La droga me mantenía eufórico y todo lo quería probar. A los 16 años me pasé al crack, que dejaba mayor dependencia y era más barato.

Misa dominical en la Fazenda de la Esperanza en Guaratinguetá (Brasil)

En medio del caos, una noche conocí a mi “amigo” Raúl. Yo sabía de su fama y no necesitaba preguntarle. Simplemente le acepté como aceptas al primero que entra en tu corazón y tu amistad. Hablábamos y bebíamos. A los dos días Raúl me pidió un favor. Le llevé en moto. Llegamos a la dirección en diez minutos con dos bolsas de plástico. Yo vigilaba la calle con el motor encendido mientras mi compinche Raúl agarraba una mochila. Ascendió las escaleras de una barraca. Abrió una puerta y sacando de la bolsa plástico una pistola 38 mm ‘descerrajó’ a un narcotraficante en el sillón de un garito. Nervios, gritos en la calle. De repente, entre las personas de la multitud reconocí en la puerta de un bar a Paulo, mi acosador del colegio. Entonces ya era un famoso traficante de armas. Como fiera sobre mi presa, solté excitado la motocicleta y me acerqué hasta él. Ofuscado me miró a la cara. No pudo llamarme “estropicio”. Disparé tres veces a bocajarro y dejamos el lugar a toda velocidad.

El sentido de la vida y la muerte en el tiempo (Mar Muerto, Israel).

A partir de entonces, aunque yo solo esperaba en el vehículo, para mí no tenía importancia a quién íbamos a matar. Yo solo era el escudero de Raúl, quien me tenía atrapado afectivamente por ser la única persona que cuidaba de mi vida en el mundo. Raúl hizo veinte ‘trabajos’ más como “matador de aluguel” (asesino a sueldo) antes de ser ajusticiado por una banda en nuestro apartamento. Hubo ajuste de cuentas y yo conseguí salvar el pellejo cuando vinieron a buscarnos.

¿Qué más límites necesitas traspasar con 21 años, Rafael? Entré en pánico, decidí dejarlo todo y huir a otra ciudad. Solo mi abuela sabía mi paradero. Depresivo por las drogas mantenía el tipo durante el día, hasta que una constructora me ofreció un trabajo de albañil. Era duro tener un horario, levantarse temprano y obedecer cuando tu vida se construye sin reglas… pero al menos, estaba ocupado. Una mañana se nos encargó a dos albañiles reparar el tejado de una parroquia. Yo no estaba bautizado ni era católico pero el sacerdote era buen hombre que celebraba Misa. Yo me escondía de mi depresión al fondo del templo. Las ideas seguían golpeando mi cerebro. Un día el cura me paró y me dijo: “Si eres drogadicto, yo puedo ayudarte”. Dios me estaba dando una oportunidad y no la dejé escapar.

Entonces tomé la segunda resolución más grande mi vida.

Quiero ir a la la Fazenda de la esperanza y curarme.

Llamé a mi abuela.

—Soy feliz si tú vas allá.

A punto de cortar la línea, escuché la voz de una mujer al otro lado, mi madre.

—No me cortes el teléfono, no. Tengo que decirte una cosa que me pesa largamente... Te pido perdón por todos estos años de nuestra vida. Te quiero por lo que vas a hacer ahora… hijo mío.

Colgué el teléfono. En 22 años, jamás me habían llamado hijo.

Rafael, un nuevo hijo pródigo, en Guarantinguetá (Brasil).

PS: Yo, Rafael, hoy vivo en la Fazenda de la Esperanza rehabilitándome de las drogas por un año bajo tres principios: convivencia, trabajo y espiritualidad. En este tiempo entendí que mi madre también ha sufrido mucho y he podido darme cuenta de sus actitudes. Y me dio la vida. Hoy yo quiero regresar a verla porque una familia es lo que quiero. Deseo pedirle perdón a mi madre también para ser perdonado. Esto es lo prioritario. Luego volver a la fazenda para ayudar a otros y cerrar un ciclo en mi vida. Yo sé que debo pedir perdón a aquellos padres del joven al que yo quité la vida aunque sé que corro el riesgo de la ira, pues en el interior del Brasil se vive la venganza del ojo por ojo y diente por diente... Yo acredito mi perdón de Dios, siento que Él me ha perdonado y que puedo ayudar a otros a encontrar el perdón de Dios. Me he bautizado, confirmado y recibido la comunión pero sé que necesito oraciones para enfrentarme a esto. Debo saber que no estoy solo.

Los voluntarios son una bendición de Dios. Cadáver. Limpieza del cuerpo en Juina (Brasil).

2. De vivos y muertos.

“Las historias son fuertes, es verdad, pero son fuertes porque no hay nada más fuerte que el realismo cristiano”, Flannery O´Connor, El hábito de Ser.

Marzo de 2017. En los años 70 había buscadores de diamantes en los ríos cercanos a Juina, en el estado oeste central de Mato Grosso (Brasil). El Mato Grosso es una región dos veces el tamaño de España o de Kenia (900.000 km cuadrados).

Sobrevolando el Mato Grosso, junto a la Amazonia (Brasil).

Los diamantes atrajeron a numerosos aventureros a Juina, una pequeña ciudad de 50.000 habitantes. A causa de la codicia, la inseguridad de la zona fue muy alta. Visto que el índice de mortalidad era tan alto, un empresario local decidió que su propia mina serían los entierros. Ricos y pobres debían pagar 3.000 reales a este único enterrador de la ciudad.

Llegó un momento en que los menos pudientes no podían sufragar sus entierros y debían endeudarse solicitando créditos bancarios. El obispo salesiano de la ciudad —enterado del drama que suponía aquello para los más necesitados— decidió impulsar la dignidad de los difuntos más desfavorecidos desarrollando la obra de misericordia “enterrar a los muertos”.

A un precio digno y justo AME ofrece la posibilidad de ser dignamente enterrado (Juina, Brasil).

Así, gracias a su impulso —y a la financiación de Ayuda a la Iglesia Necesitada— abrió una segunda funeraria y una capilla mortuoria en 2012. Desde entonces, la asociación impulsada por la Iglesia católica ha enterrado a más de 2.500 personas en cinco años con profesionalidad, cariño y respeto a los difuntos gracias a unos cuantos profesionales y muchos voluntarios que se turnan para ayudar en AME. Ahora, los habitantes de Juina pueden ser enterrados a partir de solamente de 500 reales…

Funeral digno de una mujer evangélica gracias a la funeraria diocesana de la Iglesia Católica en Juina (Brasil).

Así que hoy ha sido un día duro: documentar el funeral de una anciana y un hombre asesinado por siete navajazos… La primera fallecida era una buena señora, protestante evangélica. El asesinado, un hombre sin creencias, ajusticiado en una riña en un granja... Sinceramente, aunque he pasado por otras morgues africanas... me ha impresionado ver el cariño de los voluntarios limpiando el cuerpo del hombre, tal como se puede apreciar en la imagen superior. (Un cariño delicado que ya quisiera para mí en el futuro aunque, bueno, no entro en detalles). En definitiva, ves como la caridad universal y católica de Cristo, llegó a esta anciana y al ajusticiado cuando quizá menos lo esperaban. Quizá, ellos, solo pedían la justicia digna de un enterramiento. Sin embargo fueron tratados aún con la misericordia del amor

3. Busco gente humana, no gente perfecta.

"Me interesa el futuro porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mi vida", Woody Allen.

Junio 2016. Turkana es una región africana del norte de Kenia. El lago Turkana es famoso por ser el lago alcalino más grande del mundo y un importante criadero de cocodrilos... Otras especies merodean el desierto, como serpientes y arañas, aunque el más peligroso es el pequeño mosquito de la malaria. La tribu turkana que rodea el lago es reconocible por sus hombres fibrosos que mascan tabaco y mujeres que se alargan el cuello con llamativos collarines de colores.

Mujeres turkanas con trajes de fiesta junto al lago (Kenia).

Aturdido regreso de un funeral de un niño de un año. Traemos envuelto en un saco al bebé difunto, depositado en el maletero del coche, aunque solo soy consciente cuando el sacerdote me pide que tome el saco del fondo del vehículo.

“¿Qué hay dentro…?”, pregunto.

El sacerdote calla y avanza ofreciendo unas palabras de consuelo a la madre, que ha salido a recibirnos. Los aldeanos terminan de hacer una fosa junto a la choza familiar. Deposito perplejo el pequeño saco y me alejo. Una monja consuela ahora a la madre, que ha perdido el segundo hijo en tres años. Empieza la ceremonia con todo el poblado presente alrededor del saco en el hoyo. “Polvo eres y en polvo te convertirás”. Las ancianas del poblado se disponen a cubrir la sepultura con ramas cuando una de ellas levanta del suelo una hoja de palmera. Entonces, un escorpión sale a la luz y corretea velozmente, recordando que la muerte sigue presente entre nosotros y no sólo en el pequeño fallecido. La anciana —con sus collares vitalistas— ni se inmuta. Con un golpe seco de su chancla arponea al animal, que muere aplastado bajo la arena.

La madre, que ha perdido el segundo hijo en tres años, es la primera en lanzar arena al saco de su hijo en la tumba abierta en la arena junto a la choza familiar (Kenia). AYUDA A LA IGLESIA NECESITADA.

En estos pensamientos de la vida y la muerte estoy cuando –de vuelta a casa– descubro a Erik, un adolescente alegre de la tribu turkana, que me abre la verja mientras deambulo buscando agua para hidratarme del calor.

—Oye, Erik.... Necesito una foto conceptual para un proyecto... Necesito un escorpión y no sé dónde encontrarlo”, le digo.

Erik, me mira con desdén algo cansado. “Claro, musungu (hombre blanco). Yo lo encuentro ¿Lo quiere vivo o muerto?”.

Le miro sorprendido porque lo que es terrorífico y cercano para mí, no lo es en absoluto para él...

—Oye, pero no deseo que corras riesgos, insisto.

—Tranquilo, musungu, no problem para mí.

Mujeres recogiendo la pesca al atardecer en el lago Turkana (Kenia).

Como, paseo y trabajo. Veinte minutos mas tarde Erik golpea mi puerta. En el fondo de una botella de plástico de agua vacía trae un escorpión que pavonea su aguijón.

—Bueno, aquí está...

Y aquí de nuevo la muerte. Aquí al fondo de una botella está la muerte reflejado en el escorpión que nos desafía con su arpón.

¿Por qué este miedo a la muerte? ¿Quién es el guardián de mi vida?¿Quien me defiende del dolor si me acerco demasiado? No somos eternos en esta vida y se supone que “alguien” vela por nosotros (Buda, Confucio… o Jesucristo según el credo católico…). Se supone que el mal no prevalece.

“Muerte ¿donde tu victoria?”. Escorpión frente a crucifijo (Kenia).

Erik me mira. Sabe que la vida y la muerte son escenas cotidianas en Turkana, en Kenya, en África. Aquí es barato vivir y barato morir. A ellos, los africanos, no parece importarles la seguridad con que los occidentales nos aferramos y atamos a la vida de nuestra época. Para ellos todo está en manos de Dios y la providencia. Para Erik la vida consiste simplemente en ser humano hoy, no en ser perfecto mañana. Dar humanidad y una sonrisa al pobre musungu. Facilitarle el capricho de un escorpión para una fotografía porque no sabremos si el mañana llegará. Entonces, para Erik, ya el futuro se encargará de guardar un lugar para su afable humanidad.

Una mujer recibe la lluvia de la gracia durante la JMJ en Madrid (España).

4. Hasta el rabo, todo es toro.

“No ungiste mi cabeza con aceite, pero ella ungió mis pies con perfume. Por lo cual te digo que sus pecados, que son muchos, han sido perdonados, porque amó mucho; pero a quien poco ama, poco se le perdona. Y a ella le dijo: Tus pecados han sido perdonados. (Lucas, 7,46-48) “Porque Yo os digo que los publicanos y las prostitutas os precederán en el reino de Dios” (Mateo 21,31).

En el barrio central de São Paulo (Brasil), Dios está 24 horas contigo. Junto a rascacielos y edificios de oficinas se alza Nuestra Señora de la Buena Muerte, una iglesia donde el Santísimo Sacramento está expuesto 24 horas al día. Aquí, en las periferias cercanas, está naciendo la verdadera esperanza: drogadictos, personas sin familia y prostitutas acuden a la Iglesia para rezar ante Dios. Van solos o acompañados por misioneros de la Alianza de la Misericordia, chicos jóvenes que acompañan de noche a los descartados de la sociedad.

“He de sacar adelante a mis hijos aquí en las calles de Sao Paulo” (Brasil).

Edilson es uno de los pobres. Vive entre cartones y Bruna es una chica rubia, consagrada de la Alianza de la Misericordia que le visita cada viernes con un grupo de jóvenes. Edilson no para de hablar.

—Te voy a contar la verdad: ella es la única persona que se ha sentado en medio de nosotros sin preguntarnos si olemos bien o mal. Muchos viernes nos acompaña con la conversación cotidiana y nos pregunta por nuestra vida. No le importa nuestra apariencia. Ella ha sido la única persona que se acordó de mi cumpleaños y me trajo un pastel para celebrarlo.

—Bueno yo puedo estar contigo unas horas, pero Dios está 24 horas contigo, dice Bruna.

—Pues mi sueño es conocer al Papa y hacerme una foto, interrumpe Rafinha, sentado en monopatín, invalido por un accidente y padre de siete hijos. Hazme una foto y llévasela, me implora.

—Lo intentaré...

Ayuda a personas excluidas en Madrid (España). Fundación Desarrollo y Asistencia.

Aquí, en las periferias cercanas, nace también la verdadera esperanza: drogadictos, personas sin familia y prostitutas siguen buscando la misericordia en la Iglesia, en la casa de Dios.

El Papa saluda al autor del reportaje.

5. El cariño, pasaporte de la vida con el papa Francisco y don Javier Echevarria.

“Dar amor constituye en sí dar educación”, Eleanor Roosevelt

“Si tu foto no es lo suficientemente buena es que no estás lo suficientemente cerca” decía el fotógrafo de guerra Robert Capa. Y algo similar puede decirse de la misericordia impulsada por el Papa Francisco y el cariño ofrecido por Javier Echevarría, prelado del Opus Dei fallecido recientemente. “Dad y se os dará […] Porque con la medida con que midáis se os medirá” (Lucas 6, 38)… porque ¿qué mérito tenemos si sólo amamos a los que nos aman? Quizá sólo se trate de buscar la misericordia en el diferente, en el desconocido, en el descartado.

Roma, 1 de febrero de 2017. Santo Padre soy Ismael, un fotógrafo español que vive en Kenia. Mañana sigo sus pasos en Calabria y en Brasil con personas extoxicómanas y refugiados en un proyecto para Ayuda a la Iglesia Necesitada. Le entregaremos a usted un libro con fotos en el domingo de la Misericordia pero ¿cómo darles a estas personas esperanza con imágenes?

—[Pensativo] Trátalos con cariño,... con tu mirada, con un gesto de ternura. Quiéreles mucho y acompáñales mucho. Mírales uno a uno a la cara… y sacarás esperanza.

—Gracias, Santo Padre. Lo intentaré además de rezar por sus intenciones en la Misa diaria, pues soy del Opus Dei…

—¡Ah y en Kenia! ¿Vives allí? Pues en Kenia están haciéndolo muy bien. La Obra ha consolidado allí una gran labor. Cuando estuve en Kenia el año pasado pude ver todo lo que hacen en muchos lugares, con gente muy variada y de todos los niveles. Hay que seguir así. Es una labor grande la que está haciendo el Opus Dei para ayudar a la gente en Kenia.

—Gracias, Papa Francisco. No creo que sea ningún mérito del Opus Dei. Sólo algo para ayudarle a usted y a la gente.

Niños de la madraza en Lomé (Togo).

Roma, 17 de septiembre de 2016. Don Javier, esta vez no le traigo a la tertulia más historietas africanas, salvo este diente de cocodrilo de mi bolsillo.

—Pero, hijo mío, no se lo habrás arrancado...

—No, padre, no lo arranqué... Me lo regaló un sabio en el norte de Kenia, en el campo de refugiados de Kakuma. Como no soy fetichista, ni mi madre lo usa para 'la sopa', aquí se lo dejo junto a mi pasaporte, para que me "bendiga" el visado, pues expiró algunas veces y tuve problemas con la burocracia africana...

Don Javier, esta vez no le traigo a la tertulia más historietas africanas, salvo este diente de cocodrilo de mi bolsillo...

—Oye, Ismael, hijo mío, te bendigo lo que haga falta, claro. Y ten cuidado, con los cocodrilos, que necesitamos estar vivos… El pasaporte más importante de un cristiano es poder irse al cielo. Así que cuídate… que aún eres muy joven. Y mientras tanto, estamos aquí en la tierra para consolar y dar la vida por los demás. Como enseñaba san Josemaría: “Se acabó el tiempo de dar perras gordas y ropas viejas. ¡Hay que dar cariño, hay que dar el corazón!”.