El prelado del Opus Dei confía a las familias la evangelización de la sociedad bajo la protección de la Virgen

Monseñor Javier Echevarría presidió la concelebración eucarística de la Jornada Mariana de la Familia desde el altar exterior situado en la explanada del Santuario de Torreciudad. Recogemos algunos fragmentos de la homilía.

Queridísimas familias:

Un año más he de agradecer al Señor el regalo de poder celebrar esta XV Jornada Mariana de la Familia, con todos vosotros, venidos a este Santuario de Nuestra Señora de Torreciudad desde tantos puntos de España y desde algunos países vecinos.

Estamos aquí –en “la casa de la Virgen” y envueltos en el entrañable recuerdo de san Josemaría Escrivá de Balaguer– como testigos de la familia y de la vida.(...)

Hoy nos encontramos en Torreciudad para avivar en nosotros estas certezas de fe y para proclamar que el matrimonio es también “sacramentum magnum” : signo eficaz de la presencia del Señor en el mundo y manifestación del amor indefectible con que Cristo ama a su Iglesia y la hace fecunda. Hemos venido a reafirmar, con el Papa Juan Pablo II, que “en la visión cristiana del matrimonio, la relación entre un hombre y una mujer –relación recíproca y total, única e indivisible– responde al proyecto primitivo de Dios”.(...)

Sí, hermanas y hermanos, hijas e hijos míos: celebramos esta XV Jornada Mariana de la Familia como expresión inequívoca de nuestro compromiso de “proponer con fidelidad la verdad sobre el matrimonio y la familia” , tal como la hemos recibido de Dios. A través de su Vicario en la tierra, el Señor nos convoca para vivificar la sociedad con las enseñanzas perennes de la Iglesia, pues “son muchos los factores culturales, sociales y políticos que contribuyen a provocar una crisis cada vez más evidente de la familia”, y que a veces llegan a desvirtuar “la idea misma de la familia” . (...)

Ante una situación semejante, que puede afectar a millones de personas de España y del mundo, el lema escogido para la Jornada de este año es especialmente significativo: “la familia cristiana, esperanza del mundo”.

Queridas familias, tened la gozosa certeza de que esto es así: sois la esperanza de la Iglesia y del mundo. El Señor espera a nuestra fidelidad –unida a la de tantos otros– para iluminar este mundo, el Señor cuenta con vosotros –en palabras de san Josemaría– “para ahogar el mal en abundancia de bien” y para llevar de nuevo al mundo el mensaje salvador de su Evangelio. (...)

Por eso os invito, con Juan Pablo II, a no cerrar a Cristo las puertas de vuestra vida y de vuestro hogar. ¡Abridlas de par en par! Dejad que entre en vuestras almas y en vuestras casas la Luz que disipa todas las tinieblas . Secundad la “luminaria de la fe y del Amor” , que nos habilita para dar testimonio cabal de la verdad sobre el matrimonio y la familia: sobre su unidad e indisolubilidad; sobre el auténtico amor de los esposos, abierto siempre a la vida –no tengáis miedo a la llegada de otros hijos-; sobre la mutua fidelidad en las tristezas y alegrías; sobre la generosidad y la delicadeza en el trato; sobre el olvido de sí, sobre la dedicación a los hijos y al servicio a la sociedad... Acoged en vosotros la Luz divina, para que ese cúmulo de realidades –casi siempre ordinarias y aparentemente sin esplendor– que configuran la vida matrimonial y familiar, brillen en vuestro hogar con todo su relieve humano y sobrenatural y lo conviertan en una verdadera “iglesia doméstica”: en cauce de santidad y apostolado.

San Josemaría os ayudará a profundizar y hacer vida estas enseñanzas perennes sobre la familia. Su predicación está llena de ejemplos que rezuman sentido cristiano y sentido común, válidos para todas las épocas. No me resisto a transcribiros alguna de sus espontáneas consideraciones:“A los que estéis casados os felicito; pero os digo que no agostéis el amor, que procuréis ser siempre jóvenes, que os guardéis enteramente el uno para el otro, que lleguéis a quereros tanto que améis los defectos del consorte, siempre que no sean una ofensa a Dios”. (...)

Permaneciendo siempre cerca del Señor, Él os concederá una “descarada carga apostólica”, repleta de comprensión y eficacia, para acometer la inmensa tarea de la nueva evangelización de las familias que la Iglesia debe llevar a cabo. Uno a uno, familia a familia, llegaréis a miles de personas y hogares y les mostraréis la grandeza humana y sobrenatural de la vocación matrimonial.(...)

Del deseo de defender el matrimonio y la familia nace también el amor al propio país, al que amamos como buenos ciudadanos. Este derecho y deber no se limita al ámbito estrictamente religioso o espiritual, porque como conocéis, la familia, “comunidad de vida y de amor” , es la célula básica y esencial de la sociedad; y, protegiéndola, hacéis un gran bien a vuestro pueblo y ayudáis a que los gobernantes y los dirigentes sociales tengan en cuenta –no deben ignorarlos– los deseos legítimos de sus ciudadanos, a los que han servir honestamente, en la búsqueda sincera del bien común que legitima la autoridad.(...)

Tennos de tu mano, Virgen bendita; intercede ante Dios por nuestras familias y por todas las familias de la tierra. Haznos fieles apóstoles de tu Hijo para desarrollar –muy unidos al Papa y todos los Pastores de la Iglesia– la evangelización de la sociedad. Y muéstranos, finalmente, a Jesús, fruto bendito de tu vientre.