En el rectorado de Santa Isabel

"La fundación del Opus Dei". Libro escrito por John F. Coverdale, en el que narra la historia del Opus Dei hasta 1943.

El 29 de marzo de 1939, Escrivá, del Portillo, Zorzano, Fernández Vallespín y González Barredo fueron al edificio de Ferraz 16, donde se había trasladado la residencia DYA justo antes de estallar la guerra. Aunque sabían que había sufrido grandes daños, esperaban que aún pudiera servir como base para la reconstrucción de os apostolados del Opus Dei. Pero lo encontraron reducido a escombros.

Lejos de desanimarse, usaron el recurso inmediato de la oración. Entre las ruinas, Escrivá les predicó una meditación con las mismas ideas de la carta que les había enviado el 9 de enero de 1939. El tema fue el optimismo fundado en la confianza en Dios: se conseguirían los medios necesarios y no habría obstáculos si cada uno hacía de su vida un eficaz y operativo entregamiento a Dios. Pocos días después, en otra breve visita a la calle Ferraz, Escrivá encontró intacta la cartela con el mandamiento nuevo de Jesucristo. Consideró este hecho como un mensaje de Dios: el espíritu de filiación y de fraternidad que los unía era imprescindible para desarrollar sus actividades.

De momento, el Opus Dei tendría que trabajar desde el rectorado de Santa Isabel. Había sido utilizado durante la guerra por algún comité revolucionario. Todas las cerraduras estaban rotas; las habitaciones, sucias y llenas de basura. Tras una limpieza a fondo, se podría utilizar de nuevo.

Escrivá estaba pensando pedir a su madre y hermana que se ocuparan de las tareas domésticas de los centros del Opus Dei. Era reacio a pedirles que abandonaran su propia vida y asumieran esta tarea, pero no veía otro modo de lograr el ambiente cálido y hogareño que Dios quería para los centros del Opus Dei. Unos días después, González Barredo cocinó una paella, pero le quedó como una piedra. Entonces Escrivá les rogó que se trasladaran al rectorado.

Al llegar se pusieron a trabajar y convirtieron la casa en un hogar. En gran parte, el mobiliario consistía en las camas y mantas militares, pero el ambiente pronto fue cálido y acogedor. Contribuyó a ello el cariño de la gente que allí vivía, pero también el esfuerzo de la madre y hermana de Escrivá para hacer de aquello un hogar.

Los meses pasados en Santa Isabel fueron muy importantes para la formación de los miembros de la Obra que estaban en Madrid o podían ir con frecuencia. Botella, que estaba destinado en Burgos y solía viajar a Madrid los fines de semana, escribió: “Se vivían los modos y el calor de hogar que había en la casa de los Abuelos. Pienso que, por las circunstancias, salía con mucha naturalidad, como una prolongación del ambiente que el Padre había recibido de sus padres: era, además, una casa materialmente de dimensiones análogas y con poca gente. Muchos detalles de nuestra vida de familia tomaron raíz en aquellos meses tan entrañables de nuestra casa de la calle de Santa Isabel” [1] .

[1] AGP P03 1988 p. 34