1934-1936: ÚLTIMOS AÑOS MALAGUEÑOS.

Biografía de ISIDORO ZORZANO LEDESMA. Ingeniero Industrial. (Buenos Aires, 1902-Madrid, 1943) por José Miguel Pero Sanz.

Isidoro alivia la distancia, con viajes cada vez más frecuentes a la capital, para estar con el Fundador y los demás miembros del Opus Dei: «Tengo ya verdaderos deseos de ir, pero no podré realizarlos hasta carnaval». Cuando, excepcionalmente, viaja en días lectivos, avisa con antelación a Luis Romero Santana, su profesor auxiliar. A Romero le conmueve la delicadeza del superior, que pide «por favor lo que tenía derecho a exigir con entera libertad, puesto que yo era su profesor ayudante».

A menudo, sin embargo, los viajes se ven truncados por sus responsabilidades en Málaga, donde también es Tesorero del Patronato Local de Formación Profesional. Esto significa, entre otras cosas, que le corresponde pagar a los profesores y empleados de la Escuela Industrial, ...si ha conseguido los fondos para ello. Así, no pudo pasar en Madrid el día de San José, «por una contrariedad de última hora [...], y con motivo de no haber pagado todavía la mensualidad correspondiente al mes de Febrero p. pdo., por no haber hecho todavía efectiva el Ayuntamiento la consignación».

A Isidoro le gusta que las nóminas se paguen al día. Su sentido de la justicia sufre por la retención de los sueldos a personas que trabajan. Sólo en estos casos se le recuerda enfadado, y protestando en el organismo oficial hasta conseguir la libranza. En ocasiones, lleva en persona el dinero a los empleados y profesores.

Como don Josemaría tiene fundamentos para temer que Zorzano siga tocado de activismo, a primeros de marzo le dirige una carta. Isidoro la medita y formula varios propósitos. Ante todo, incrementar el tiempo dedicado a la oración. Sus prácticas acostumbradas, en días laborables, venían siendo la Santa Misa y Comunión, a las 6.30; el Rosario y las Preces, al mediodía; un cuarto de hora de meditación (con el Evangelio y las Consideraciones Espirituales), por la tarde; y, al anochecer, visita al Santísimo y examen de conciencia.

Tampoco está mal para un ingeniero que trabaja ocho horas en los ferrocarriles; imparte dos lecciones diarias en la Escuela Industrial (con explicaciones complementarias, en casa); es tesorero en el Patronato de la Escuela y en Acción Católica; lleva también las cuentas de un asilo, en el que da clases y al que dedica bastante tiempo; pertenece a la Directiva de la Sociedad Excursionista... Tal vez en esto resida el problema. Le queda poco rato para la oración mental. Como de alguna parte debe salir el tiempo, resuelve dejar la Casa del Niño Jesús.

En este 1934, con el incremento de oración, se consolida en Zorzano la convicción de que ser santo no es «hacer cosas», sino crecer en intimidad con Dios, cuya gracia desempeña el papel decisivo.

Sigue los consejos del Fundador, a quien escribe: «Medito diariamente la Pasión». De acuerdo con sus indicaciones —añade—, «dedico cada día de la semana a una advocación»: los domingos, a la Santísima Trinidad; los lunes, a las benditas Ánimas del Purgatorio; los martes, a los Ángeles Custodios; los miércoles, a San José; los jueves, a la Sagrada Eucaristía; los viernes, a la Pasión de Cristo y los sábados a la Santísima Virgen.

Un pequeño detalle refleja que Isidoro va profundizando en lo que significa el Fundador. A partir de mayo (1934) encabeza sus cartas: «Mi querido Padre...», que es como los fieles del Opus Dei llaman a don Josemaría, por su verdadera paternidad espiritual y por la solicitud, realmente paterna, con que cuida de todos sus hijos.

A finales de año, durante las navidades, Zorzano asistirá en Madrid a un retiro espiritual para miembros de la Obra: el resultado será que «se encuentra uno cada vez más lleno de Él». Lleno de Dios, no sólo a ratos intermitentes. La fisonomía espiritual del Opus Dei consiste en la unidad de vida. Hay que superar la tendencia a los compartimentos estancos: a rezar en unos momentos, trabajar en otros, y desarrollar en tiempos determinados el celo apostólico. Se trata de ser la misma persona durante las veinticuatro horas de cada día.

Isidoro progresa en su coherencia vital. Así, despacha con Dios sobre las cuestiones profanas, para darles una solución cristiana. Acerca de una perspectiva profesional, escribirá: «Ayer pensé el caso detenidamente y, esta mañana, durante la Comunión, al considerarlo delante de Él, tomé la determinación de presentarme al concurso». Por otro lado, pide al Señor con intensidad y fomenta el don de «la presencia constante de nuestro Padre Dios». Don Josemaría le ha recomendado tratar a Dios como Padre; y poner medios para mantener la visión sobrenatural. Por ejemplo, recurrir a su Ángel Custodio. El ingeniero lo procura: «Siguiendo tus consejos, cada día de la semana lo dedico a una devoción; uno de estos días que le correspondió al Ángel de mi Guarda, iba pensando por la calle [...] sobre los favores y mercedes recibidos por mediación de dichos ángeles y en la compañía que nos prestan. Me figuraba que lo llevaba a mi derecha y que platicaba con él».